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Señora presidenta

Buenas noticias de Argentina: ha votado mucha gente (un 73 por ciento, que es mucho aunque la ley prescriba el sufragio obligatorio) y el comprobado descenso del voto del cabreo sugiere claramente que el público ha recuperado moral: lo mejor de la larga convalecencia que ha pasado el país.

ENRIQUE VÁZQUEZ
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Cristina Fernández ganó muy holgadamente en la primera vuelta y su Frente para la Victoria vio redondeado el triunfo con un éxito en todas las gobernadurías en juego y un auge tal en la renovación parcial del legislativo que el kirchnerismo dispondrá de mayoría absoluta en las dos cámaras.

Paradójicamente, este enorme arsenal de herramientas para la gestión de la cosa pública no garantiza la continuidad del éxito de Néstor Kirchner: una inflación muy fuerte amenaza, de hecho, el milagro económico y financiero, con superávit presupuestario, actividad incesante (el PIB está creciendo a tasas chinas, del orden del nueve por ciento anual sin contar la economía sumergida), récord de exportaciones y deuda externa manejable y bajo control. Con todo, hay todavía un buen veinte por ciento, o algo más, de ciudadanos técnicamente pobres y, sobre todo, graves y antiguas carencias muy visibles: infraestructuras vetustas, pobre inversión en educación e I+D, complejidades politizadas en relación con la inversión extranjera y, en fin, el hábito del intervencionismo en prácticamente todo. Una versión muy popular en el círculo próximo a Reina Cristina, como le llaman entre irónicos y admirativos amigos y adversarios, sugiere que no habrá cogobierno, es decir, que el marido será pronto un ex presidente que asumirá quién está en el sillón de la Casa Rosada a cargo de la manija y, como decía el general Lanusse, sabrá manejar la timbrera. Cristina será ella misma.

Pero ¿y dentro de cuatro años? ¿Dará la señora presidenta las mismas amables facilidades a su cónyuge -que podía haberse postulado él mismo para una segura reelección- que ella ha recibido ahora? El peronismo, depurado y redefinido hasta la extenuación, ¿pasará la nueva e inesperada prueba a que le somete el destino? De momento, su nombre ha cambiado a efectos prácticos: ahora se llama kirchnerismo.