Fernández (izda) celebra su victoria con Ségolène y con su marido y actual presidente, Kirchner. / AP
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Poder femenino en el Cono Sur

El arrollador triunfo de Cristina Fernández en Argentina y el liderazgo de Bachelet en Chile dan un vuelco al papel de la mujer en Latinoamérica

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Con la victoria de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales de Argentina se afianza una tendencia que comenzó como un dato de excepción el año pasado con el triunfo en Chile de la socialista Michelle Bachelet. Las dos mujeres, que nacieron con el voto femenino, llegaron a la cima del poder político y se constituyeron así en los dos primeros casos de mujeres elegidas para gobernar en Sudamérica. Según el recuento de votos, la senadora y abogada argentina ganó en primera vuelta con el 44,8% de los votos. Le siguió otra abogada, Elisa Carrió, que con el 22,9% de los sufragios se consolidó como referente de la oposición. Los otros 12 candidatos -11 hombres y una mujer- se repartieron el resto.

La nueva confianza de los votantes hacia las mujeres tiene una breve historia en el Cono Sur. Entre Cristina y Michelle hay muchos puntos en común. Pertenecen a una misma generación que vio la luz a mediados del siglo XX. Son profesionales de clase media y tuvieron un pasado universitario como militantes de los partidos a los que siguen abrazadas. Pero a partir de ahí los caminos son distintos. Desde 1991, en Argentina hay una ley que reserva un cupo del 30% para mujeres en las listas para cargos legislativos. Esa herramienta, que no existe en Chile, ayudó mucho a mujeres como Cristina. Pero además, Fernández ganó las presidenciales gracias a un padrino poderoso que la designó como candidata: su esposo, el presidente Néstor Kirchner. Bachelet hizo su carrera política sin atajos y llegó sola a la presidencia. Muchos sostienen que la popularidad de su antecesor, el también socialista Ricardo Lagos, le allanó el camino, pero ella se sometió a las reglas de la concertación gobernante.

Un listón alto

Tras seis años de gestión, Lagos se despidió con un nivel de aprobación en torno al 70%. Tan alta estaba la meta que se temió que la presidenta defraude sólo por comparación. La chilena sorteó toda clase de obstáculos y ahora tiene un 48% de apoyos. Ayer, ella misma firmó un proyecto de ley similar al argentino que contempla cuotas femeninas en las instituciones.

Fernández lleva casada 32 años con Kirchner, su único marido. Juntos desafiaron a la dictadura militar (1976-83) sin graves consecuencias a excepción de unos días de cárcel. Estudiaron Derecho e hicieron de la política su proyecto de vida. Bachelet, que optó por Medicina, se casó y se divorció dos veces. Padeció en carne propia el horror de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-90). Su padre fue detenido y murió durante las torturas. Ella y su madre, que también fueron detenidas, debieron exiliarse en Australia y Alemania.

En 1996 se postuló como alcaldesa de Las Condes en Santiago. Sacó sólo el 2,3% de los votos frente a su contrincante, Joaquín Lavín, que ganó con más del 70%. Pero cuando verdaderamente destacó fue cuando Lagos la convocó para ser ministra de Salud, y luego de Defensa. Entonces se resolvió su lanzamiento como precandidata presidencial. La chilena fue la candidata de la concertación -de socialistas y demócratacristianos- en los comicios de 2005. Le ganó al empresario Sebastián Piñeyra en la segunda vuelta al acaparar el 53,5% de los sufragios.

La eventual consolidación de las dos mujeres podría animar a una tercera. En Brasil, la jefa de la Casa Civil -órgano coordinador de los ministerios-, Dilma Rousseff, es la persona más poderosa del Gobierno después del presidente Lula da Silva, y su nombre suena fuerte para sucederlo en 2010. Las mujeres saben que sus administraciones estarán bajo la lupa de sociedades que aún conservan un fuerte sesgo machista. «Tengo un desafío extra por ser mujer», admitió Cristina al anunciar su victoria y comenzó a mostrarse más vulnerable.

Durante su campaña, Fernández tuvo un discurso aguerrido, crispado y distante. En cambio, al conocerse victoriosa se dulcificó, moderó sus palabras, se emocionó como pocas veces y se comprometió a gobernar «con toda la sociedad», con «quienes me votaron y quienes no me votaron». Parecía buscar capitalizar su condición de género apelando a valores que la cultura atribuye a las mujeres.

Tendencia conservadora

Más conservadora que Bachelet, Cristina reivindicó como un éxito personal el equilibrio de su vida entre lo público y lo privado. Lo hizo al ganar y pareció un palo para Carrió, que es divorciada y está sola. Sin querer, quedó mal con Bachelet y con Ségolène Royal, la frustrada candidata socialista francesa que después de perder contra Sarkozy se divorció. Este fin de semana Royal acompañó a Cristina y celebró con ella el triunfo.

Fernández no es feminista y sabe que ganó sobre todo por la 'dote' que significó la buena gestión de su esposo. De hecho, si bien su victoria fue amplia, el caudal de votos que recibió es menor al de otros presidentes que la antecedieron -con la única excepción de Kirchner, que tuvo sólo el 22%-. Tomó nota de que más del 50% de los votantes le dijeron que no y procura seducirlos.

Sabe que tiene varios desafíos pendientes. En primer lugar, la economía que crece pero genera aumentos desmedidos de precios. Luego, la redistribución de la riqueza, una meta que comparte con Bachelet pero que está resultando difícil de alcanzar incluso con el descenso del paro y la pobreza en ambos países. La recién electa presidenta prometió, como la chilena, que su gestión será de dialogo y consenso, cualidades que no abundaron en el Gobierno de su marido. Si no cumple, el reclamo será doble debido a su condición de fémina.