Rajoy candidato
Actualizado: Guardara proclamación ayer de Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno supuso, para él y para el Partido Popular, atravesar el rubicón tras el que será evaluado por el electorado en función de las propuestas que aporte, de su bondad y de su viabilidad. Sólo en la medida en que el acto de Valencia se convirtiera en el final del trayecto de oposición que el PP inició condicionado por el sorpresivo resultado de las generales de 2004 podrá Rajoy reclamar el crédito que precisa para ganar las elecciones de 2004. En su intervención el presidente popular quiso centrar el mensaje de su partido abogando por un «nuevo consenso» que devuelva a los españoles «a la concordia y a la unidad». Esas palabras encierran un reproche a la política de Zapatero, acusándolo de ser el responsable de las divisiones que han aflorado en los últimos años. Pero cabe deducir que, al mismo tiempo, intentan transmitir un mensaje de distensión a esa amplia parte de la opinión pública que considera que el PP es tan o más culpable de ese clima enrarecido. Su proclamación como candidato reforzará las aspiraciones de Rajoy siempre y cuando el liderazgo en su propio partido aparezca como indiscutible y duradero. Y esto último no puede ser únicamente consecuencia del silenciamiento de aquellas voces que desde el seno del PP o desde sus aledaños ensombrecen por su disposición radical el tono más pausado y abierto de Rajoy. Porque, a poco más de cuatro meses de los comicios de marzo, la credibilidad del Rajoy candidato exige compromisos y concreciones programáticas que superen ambigüedades, salgan al paso de cualquier especulación sobre las intenciones del aspirante y eviten, ante todo, que éstas sean formuladas desde fuera del PP.