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PAN Y CIRCO

Nido de víboras

Tendrá que pasar todavía algún tiempo antes de que seamos capaces de asimilar las consecuencias que para la Fórmula 1 ha tenido la nefasta gestión que durante esta campaña ha ejercido Ron Dennis sobre una de las grandes escuderías de las cuatro últimas décadas.

KEKO RUIZ deportes@lavozdigital.es
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El daño, desde luego, está hecho y la fractura abierta entre Fernando Alonso y el que todavía es su equipo se antoja irreparable. Aunque no haya que descartar que ambas partes sigan juntas la próxima campaña, la reconciliación es una utopía entre dos personajes que -salvo el día que se estrecharon las manos al firmar el contrato- jamás se han tragado. Ahora, en caliente, los trapos son más o menos sucios dependiendo del afecto que uno pueda sentir por uno u otro de los dos compañeros de escudería que han dejado en pañales las polémicas que en su época protagonizaron Senna y Prost (precisamente con el mismo patrón por testigo). Por poner un ejemplo sangrante, los directivos de Mercedes aún andan pidiendo cabezas por un campeonato que unos errores de bulto inadmisibles decantaron del lado de Ferrari.

Aquí, a nivel doméstico, hemos pasado, en cuestión de meses, de ver a personajes de la talla del ínclito Dennis, de Norbert Haugh y Martin Whitmarsh como una panacea desde la que Alonso prolongaría su hegemonía durante el próximo lustro, a considerarles maquinadores con nocturnidad y alevosía de la mayor aberración que se haya podido cometer contra un campeón vigente y por el que -no nos olvidemos- tiraron la casa por la ventana para garantizarse sus servicios.

Lewis Hamilton, a quien vemos como el demonio, puede ser el menos culpable de este nido de víboras porque se ha limitado a extraer petróleo de un pozo vacío de poder en el que una mínima visión empresarial y un mejor saber estar hubieran deparado sin duda un resultado bien distinto al que se dio en Sao Paulo.