«Debemos resistirnos a que se nos quite la ilusión, los ideales»
-Un título que hizo fortuna decía «Más Platón y menos Prozac». ¿La filosofía ayuda a vivir, cura?
Actualizado:-Voy a decir una vulgaridad, no soy filósofo, soy profesor de filosofía y yo he vivido de ello, suena muy pedestre pero si yo naciera cien veces haría cien veces lo que he hecho. Me encanta enseñar. Creas un espacio asociado, sin autoritarismo de ninguna clase, y no es un mérito, es que no me sale. El poder de comunicar con unos alumnos, hablar de filosofía, de algunas cosas importantes, más hondas, más profundas, más humanas, más reales. Eso que se plasma en la filosofía, eso es un privilegio. He sido muy feliz.
-Una de las personas más relevantes que he conocido, Mariano Peñalver, que fue catedrático de Filosofía en Cádiz,
-Sí, era un buen amigo, lo conocía muy bien.
-Decía que sus alumnos, sobre todo en el Aula de Mayores, de lo que necesitaban hablar era de las grandes cuestiones que a todos afectan, del dolor, de la muerte, del tiempo
-Claro, de la muerte y también de la vida. Yo en esto no soy platónico, Platón dice en alguno de sus diálogos que la filosofía es una meditación sobre la muerte. Yo soy más spinozista, Spinoza decía en la Ética que la verdadera sabiduría del hombre libre no es una meditación sobre la muerte, sino sobre la vida. Y yo creo que la filosofía nos tiene que ayudar a vivir, consolarnos también, fortalecernos. Cuanto tienes una vida completa, cuando no te avergüenzas de tu propia vida, cuando la has vivido intensamente, la muerte es como una mínima aventura. La hermosa aventura es la vida, luchar por ella, y no sólo por la tuya, hay que amar la vida, pero la del universo.
-¿A qué atribuye el auge de los libros de autoayuda?
-Nunca me ha tentado escribir estos libros, porque bastante tengo con autoayudarme a mí mismo. En mi caso ha sido una heteroayuda, intentar ejercer lo más decentemente posible mi función de profesor. No conozco muy bien esos libros, supongo que habrá cosas valiosas y otras no tanto. Pero tenemos que ayudar a los demás no tanto construyendo una teoría sobre cómo ayudarte a ti mismo, sino luchando por que la educación sea ayudante, o ayudativa, valga la expresión, y que tu contacto con los demás sea estimulante, creativo; luchar por que no haya miseria en el mundo, por que haya un poquito de justicia. Si lees los periódicos cada día te preguntas qué hago yo leyendo la Crítica de la Razón Pura, o la Crítica de la Razón Práctica, a Kant, a Platón, o a Aristóteles, con este ruido de muerte y de violencia Hay que volver a ese texto y hacer un pequeño pataleo defendiendo que la lectura, la educación, la cultura de la piedad, de la solidaridad, es la vida. Cuando no creamos en eso estaremos muertos, muertos-vivos. Y eso es grave. Ya se encargará la Naturaleza de quitaros fuerzas, energía. Nos debemos resistir a que se nos quite la ilusión, los ideales. Las grandes cosas que se han hecho en el mundo se han hecho con ese punto de idealismo, de generosidad y de solidaridad. Lo demás es muerte.
-¿Qué opina del llamado pensamiento débil?
-Lo he estudiado, pero si te soy sincero no me interesa. El pensamiento siempre tiene que ser fuerte, aunque sea una expresión, pensiero devole. Fuerte quiere decir con una mirada al mundo y a la realidad sin utopismos absurdos, u-topos quiere decir en griego que no hay lugar. Lo que no tiene que haber lugar es a los defensores de la pragmacia, del puro pragmatismo, eso sí que es utópico, no tiene lugar. El idealismo es un empujón, naturalmente aceptando y mejorando las condiciones de posibilidad de la existencia y de la vida.
-¿Qué le interesa del pensamiento que hay ahora mismo? Recomiéndeme.
-No me pidas que dé nombres. Yo leo mucho, me interesa mucho la novela, los escritores, incluso los españoles contemporáneos, hay una generación de cincuentones maravillosos. Incluso hay algunos investigadores y profesores de filosofía que no están en los medios y que hacen un labor extraordinaria. Pienso en un alumno mío, Antonio Beltrán, que ha escrito un libro maravillosos sobre Galileo; Miguel Angel Granada, Manuel Cruz, Adelina Sarrión, una serie de alumnos que hoy son profesores, catedráticos, que están haciendo una labor espléndida.
-¿Qué función corresponde al filósofo en la formación de la conciencia cívica, ciudadana?¿Y qué espacio le dejan otros creadores de opinión, con más audiencia?
-La educación está hoy en manos de los medios de comunicación, de Internet, de la radio, de los videojuegos, los profesores apenas somos un diez por ciento, y esto que puede ser un motivo de libración puede ser también un instrumento mortal. Por eso hay que cuidarlo y hay que reflexionar continuamente sobre ello, porque la educación no está en manos de los profesionales de la educación, sino que son otros, que a lo mejor o lo peor no tienen la menor idea, la menor formación, el menor entusiasmo. Aunque puede haber gente espléndida en los medios, que la hay. He combatido alguna vez la idea del periodista independiente. Creo que tenemos ser dependientes, pero de unas cuantas ideas centrales, la verdad, la sinceridad, la justicia, toda esa mitología maravillosa que está en el universo de los seres humanos y que si está es porque la necesitamos.
-¿Qué peligros y qué beneficios tiene la implicación del filósofo, o del intelectual en general, en los medios de comunicación?
-Tanto filósofo como intelectual son palabras que me inquietan un poco, pero, claro, es una forma de entendernos. Yo insisto en que más que un filósofo soy un profesor de filosofía. Te cuento una anécdota. Yo he intervenido muy poco en televisión, pero una vez hace 20-25 años me invitaron a un programa sobre la universidad y yo accedí, porque ese tema me había obsesionado siempre, sobre todo después de haber vivido muchos años una experiencia universitaria fuera de nuestro país. Cuando entraba en el estudio unos muchachos, que serían técnicos, dijeron «¿ahí va el filósofo!» y yo me sentí como si entrase un marciano, un ser extraño, con una toga y una coronita. Cuando salí, como hablé como únicamente sé, como un ser humano, pues me dijeron extrañados «¿tú eres filósofo? ¿Es que se te entiende todo !».
-Recuerdo que a Mariano Peñalver, cuando le preguntaron qué hacía él de presidente del concurso del Carnaval, contestó: «hago de filósofo, es decir, de curioso».
-Claro, para la filosofía griega el principio del conocimiento era la admiración, el asombro de las cosas que te rodean, mirarlas, interpretarlas, decirlas, no cegarte por el fanatismo ni la irracionalidad, esas enfermedades que en este tiempo son tan corrientes.
-Ha dicho que le interesaba sobremanera la universidad y, aunque rehuya hablar de la endogamia, el hecho es que si se teclea Emilio Lledó en Google lo primero que sale es la carta protesta de sus colegas cuando le privaron de su cátedra en la Complutense. ¿Cree que después de las últimas reformas se ha avanzado algo en la lucha contra la endogamia?
-No me atrevo a decir tesis muy generales, pero creo que la universidad arrastra todavía esa enfermedad terrible. La endogamia puede haber servido para dar puesto seguro a algún muchacho valioso pero también ha solucionado la vida a mucho incompetente. En Alemania a los cuatro años tú no puedes ser elegido profesor en la misma universidad en la que te has doctorado, tienes que irte a otra. Es un error decir que se rompe la continuidad de una escuela, por favor, nunca ha pasado en Alemania y tienen no sé cuántos premios Nobel. Recuerdo cuando llegué a Heidelberg había cuatro premios Nobel, en una ciudad de 120.000 habitantes y seguramente muchos de sus discípulos estaban ya en otras universidades. La endogamia es una cosa muy triste y llevada al extremo es patológica. Es uno de los lastres que todavía yacen en nuestra universidad. Eso en mi opinión es así, estoy dispuesto a discutirlo con quien se me presente, pero lo tengo que decir porque así lo pienso.
-¿Tengo tanto que preguntarle! Gadamer, la memoria, la memoria histórica
-Venía leyendo un libro suyo que no conocía, El estado oculto de la salud. Tuve la suerte, el gozo, de tener a Gadamer como profesor. Nunca me sentí hermenéutico, aunque oficialmente esté clasificado así, tampoco me avergüenza. Mi proximidad a él se debió a que era un maravilloso filólogo clásico y un helenista estupendo, pero luego conoció a Heidegger y se pasó a la filosofía. Murió con 102 años. Yo le oí el libro Verdad y método, que se publicó en el 60, yo estaba en Heidelberg desde el 53 y no sabíamos que de esas clases magníficas iba a salir ese libro. Tuve con él una amistad muy grande, fui uno de los tres profesores que intervinimos en su homenaje al cumplir 90 años.
-¿Y qué hacemos con la construcción de la memoria y más en concreto con la llamada memoria histórica? ¿conviene revisar el pasado o es reabrir viejas heridas?
-Yo creo que los seres humanos somos memoria. Las heridas no se reabren, pero sí tenemos la obligación de saber exactamente qué pasó en nuestro país. Me sorprenden los defensores de olvido-olvido-olvido. Yo creo que memoria-memoria-memoria. Es fundamental. Tenemos que saber porque eso nos enriquece y no nos llevará a luchas tribales, espero, otra vez. El mundo ha cambiado. Un alzhéimer colectivo social sería espantoso. Igual que un alzhéimer privado, individual, también lo es. Llámese memoria histórica, llámese memoria, llámese historia, o como se llame España, los españoles, los seres humanos que vivimos en este país y que somos hijos o nietos de los que vivieron esa guerra civil tenemos la obligación de saber exactamente qué pasó. El olvido es la muerte, es exactamente la nada.
-¿Sería posible elaborar una historia de España que comprenda los nacionalismos?
-A mí me parece que a pesar de todos los pesares, de la corrupción, incluso de la corrupción mental, este país ha progresado, ha dado un salto. La democracia, con todos los defectos que quieras, ha sido una aportación al desarrollo del país. Puedo poner muchos ejemplos: en el pueblo de mis padres, Salteras, cerca de Sevilla, hay una biblioteca,...
-Que lleva su nombre
-Sí, sí, y un instituto público y una maravillosa sociedad filarmónica. Nada de eso existía cuando yo iba de pequeño, a casa de mi madrina.
-Habla de los defectos ¿cree que se impone una reflexión sobre la calidad de la democracia?
-Sin duda, sin duda. Pero yo pienso que hay que defenderla. Es una niña, «¿Qué haremos con esta ciencia niña?», decía Dámaso Alonso de la Estilística. Pues ¿qué haremos con esta democracia niña? El desgarro, las inquietudes que pueden producir en la conciencia colectiva ciertos nacionalismos ciertas formas de nacionalismo, donde en muchos casos, no siempre, se ocultan los intereses, las más tristes miserias del egoísmo, de la defensa de lo propio frente a lo ajeno a mí me parece que es poner en peligro esta todavía balbuciente democracia. Tendríamos que unirnos, identificarnos en todos esos años.
-La identidad es otra de sus preocupaciones. ¿Cómo se construye, cómo puede llegar a ser excluyente?
-Yo siento mi identidad, naturalmente, en el patio de la casa de Madrina en Salteras, y en el olor del jazmín, lo dije por escrito cuando me hicieron Hijo Predilecto, aunque yo creo que soy más bien un hijo pródigo, de Andalucía. A mí me conmueve, pero lo que me conmueve de verdad es un término en el helenismo que era la filantropía, el amor al ser humano, al ser humano ese en el que estamos todos identificados, porque todos tenemos ojos, boca, estómago Y nos tenemos también que identificar en esas ideas. Hay que globalizar, eso sí que hay que globalizar, la justicia, y la piedad, y la solidaridad. Amar la vida a fondo y a tope, pero no sólo la nuestra, la de los otros también y contra más otros mejor. Esa es la democracia en la que yo creo. Y lo hago porque he tenido la suerte o la desgracia de ser un sevillano criado en Vicálvaro, educado en Madrid hasta los 22, después casi 10 años en Heidelberg, después en Valladolid, la cátedra de universidad en La Laguna, 11 años en Barcelona, Berlín, Madrid ¿de dónde soy? Respetando toda la cultura identitaria de ciertas sociedades, mi identidad es la de mi lengua y de las cosas que puedo decir, las palabras que puedo crear y que sean solidarias con las palabras de quien está conmigo, a quien yo hablo o a quien yo escucho.
-La izquierda anda en busca de un nuevo pensamiento ¿qué opina de las renovaciones que se están produciendo?
-No lo sé, no te lo puedo improvisar, es un tema delicado y bonito. Creo que si no se cae en un cierto esteticismo político, o en una cierta insinceridad, si se reflexiona de verdad, con honestidad, con decencia y con generosidad no sólo para atender los pequeños intereses, porque a veces debajo hay un cadáver, alguna cosa turbia, eso sí que hay que combatirlo, pero es precisa la reflexión sobre el ideario de la izquierda, en algunos momentos anquilosado, estropeado. ¿Qué es el ideario de la izquierda? Hay un texto de Kant muy bonito que dice que dos son las cosas que producen admiración, «el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». Yo he tenido esta experiencia últimamente. En Madrid no se ve el cielo, hay tal polución, pero he ido a casa de unos amigos en Avila y por la noche, sentado allí, viendo todas las estrellas, todas, entendía el texto de Kant. Yo era una parte del universo. Entonces, un aspecto del nacionalismo me venía pequeño. Además de ser parte de ese universo, tenía necesidad de construir una ley moral dentro de mí, una ley moral a medida de mis ojos, de mis semejantes. Es también mi noción de democracia, sentirse parte de ese universo del que eres gota, decía Juan Ramón: «Sé bien que cuando el hacha/ de la muerte me tale/ se vendrá abajo el firmamento».
-Una últimísima pregunta ¿Cómo se relaciona la filosofía con la poesía?
-Son formas del lenguaje. Mi primer libro, que no se ha reeditado, fue sobre el concepto de poesía, de modo que el tema me interesa mucho. La palabra poiesis era hacer una papilla, un puré, pero en eso hay creación, es la libertad del lenguaje, un lenguaje no atado a las convenciones de una supuesta racionalidad formal, sino atado a una explosión de la intimidad, buscar, arañar en el lenguaje los sentimientos, lo inexpresable, lo misterioso. El logos está también teñido de misterio, de encanto, de oscuridad también, el poeta es esa mano que tiende el misterio del lenguaje. La filosofía es también eso, pero partiendo de una tradición, de una mirada sobre el mundo que intentaba decirnos cómo el mundo es. Los primeros filósofos, los famosos presocráticos, eran los creadores de una mirada sobre cómo funcionaba el mundo, cuál era el principio de todo, el agua, el fuego, el aire, o el lenguaje, como diría Platón. El creador de la gran filosofía nos dejó Diálogos, filosofía sobre la marcha, en habla con otros, con muchísimos personajes.