ANÁLISIS

Crisis eterna

Por fin, terminó la reunión. Éramos quince. Mi amigo de siempre y yo nos dimos prisa para coger el ascensor. Mi amigo soltó alguna broma para quitarme algo de mi miedo al aparato sube y baja. Después, a mitad del recorrido (piso 11), dijo: «Lo de la crisis se lo oí a mi padre cuando yo no tenía edad para la primera comunión». Y me preguntó: «¿Habrá contado alguien las veces en las que en la reunión se ha utilizado crisis cinematográfica?»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Llegué a casa. Tras saludar brevemente, me fui derecho al diccionario de la Lengua. Era algo que ya hice tiempo atrás. Pero quería poner mi memoria al día. Y, efectivamente, una de las acepciones dice que crisis tenía que ver con mutación. Sentí que la tranquilidad se me movía por dentro.

Porque efectivamente dentro de la larga marcha de la actividad cinematográfica estamos en un periodo de mutación. Y si digo lo que pienso, tendría que escribir que nunca hemos dejado ese periodo. Solo que ahora los cambios se producen a una enorme velocidad. Las formas de hacer cine no son las que eran y la forma de ver cine tampoco. Se trata por tanto de ponerse al día. Y de aprovechar desde cada sector cinematográfico lo que suponen los avances tecnológicos. Lo indudable es que hoy, desde formatos distintos, se hace más cine que nunca. Y también se ve.

Si se entiende crisis como mutación pongámonos a trabajar en la correcta utilización de las nuevas formas de acercamiento a la realidad, a las relaciones humanas, a los pensamientos, a los sentimientos, a los conflictos. A todo lo que tiene que ver con la vida y su entorno. Hoy la evolución del cine nos ofrece más instrumentos que nunca y más posibles espectadores que jamás ha habido.

Trabajemos rigurosamente para que la crisis (la mutación) no se convierta en un conflicto sino en un cuantificable beneficio para quienes hacen, distribuyen y ven cine.

Yo, en lo que me corresponde, seguiré apostando por las modernas formas de hacer cine y de contemplarlo.