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La receta de la prosperidad
Néstor Kirchner ha conseguido en sólo cuatro años levantar a un país que se asomaba al abismo económico
Actualizado: GuardarEra casi un desconocido en las elecciones de Argentina en 2003. Apenas el 22% de votantes le entregó su confianza como quien opta por el mal menor. Nadie imaginaba que en apenas cuatro años Néstor Kirchner haría el milagro de restablecer la autoridad presidencial, encauzar un país desmadrado y que además lograría reactivar la economía, bajar a la mitad el paro y la pobreza, y terminar con la impunidad de militares que violaron los derechos humanos en la dictadura.
Argentina venía de asomarse al abismo a finales de 2001. Las imágenes de pobres famélicos asaltando supermercados dieron la vuelta al mundo y concitaron la solidaridad de millones de personas. Tras cuatro años de recesión, desequilibrio fiscal, paro y miseria, la crisis política y social se aceleró y el entonces presidente Fernando De la Rúa debió renunciar al cargo dos años antes de terminar su mandato.
En la Casa Rosada le siguieron inquilinos provisionales que declararon la deuda externa en cese de pagos, devaluaron la moneda y adoptaron medidas para restablecer la paz social hasta las elecciones de 2003 cuando Kirchner, gobernador de la provincia de Santa Cruz, en el extremo sur de Argentina, resultó ganador por la negativa del ex presidente Carlos Menem a pasar a una segunda vuelta en la que se sabía de antemano derrotado.
En pocos meses, Kirchner, logró legitimarse por su gestión. El nivel de aprobación a sus acciones subió a más de 70%. Tras una purga de las cúpulas militares pidió al Congreso Nacional que empujara el juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia acusados de parcialidad y corrupción, y se limitó a nombrar nuevos candidatos, dando lugar a una nueva fórmula por la cuál postulantes de prestigio se sometían al escrutinio público antes de ser designados.
Manifestó una clara voluntad de avanzar en la derogación de las leyes de amnistía y el indulto, que permitían la impunidad de los represores de la dictadura militar, y se hizo presente en las provincias en las que se suscitaban conflictos gremiales. Con esos gestos pareció ir ganando tiempo para la recuperación de la economía, su logro principal, según reconocen hasta todos los adversarios.
Deuda externa
La deuda externa con acreedores privados, declarada en moratoria, fue renegociada con una reducción del 60%. Los pagos al Fondo Monetario Internacional fueron cancelados por completo para lograr que el país recuperara autonomía decisoria en materia económica. Todo ello sin afectar el superávit fiscal y con un incremento constante de las reservas del tesoro.
En su mandato de cuatro años, la economía -que ya venía en proceso de recuperación cuando asumió el poder- creció a un ritmo del 8% anual, sin interrupciones. La mayor demanda internacional de alimentos ayudó, pero también se reabrieron fábricas de productos industriales y se expandieron los servicios.
La pobreza, que afectaba al 50% de la población en el pico de la crisis, bajó a 23,4%, según la última medición oficial. Los jubilados recibieron casi una docena de aumentos en este periodo, y el paro, la gran preocupación de los argentinos en los años noventa, bajó del 22 al 7,7%.
Ahora, las reclamaciones al Gobierno se relacionan con materias pendientes. Todavía persiste una tasa cercana al 40% de empleos precarios y los precios -sobre todo de los alimentos- padecen una espiral inflacionaria que el Ejecutivo intenta disimular con retoques en las estadísticas.
Frente a estos resultados, la candidata del oficialismo, Cristina Fernández, sabe que lo mejor que puede hacer es mostrarse como continuista. Por eso, el eslogan de su campaña ha sido: Sabemos lo que falta, sabemos cómo hacerlo.