Cientos de personas acudieron a las puertas del Convento de Capuchinos para presenciar la salida del Cristo. / Juan Carlos Corchado.
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JUAN CARLOS CORCHADO Actualizado: Guardar
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Cincuenta años no se cumplen todos los días. Eso debieron pensar en la Junta de Gobierno que capitanea el bueno de José María Prieto Guinea, cuando empezaron a elaborar los actos que enmarcarían el medio siglo de vida de la cofradía. Posiblemente, el hecho de que el actual hermano mayor de la hermandad sea uno de los fundadores, o que muchos de ellos sigan estando plenamente activos diez lustros después de soñar con una cofradía de color nazareno rompiendo la avenida más grande de Jerez, haya ayudado a que durante un año, nos hayamos olvidado de que la procesión era el broche de oro perfecto a un año repleto de conferencias, mesas redondas, triduos, charlas, formación y caridad.

Es decir, que objetivo conseguido. Porque cuando se presentaros los actos, hace ya la friolera de año y medio casi, la procesión no estaba siquiera bocetada, precisamente para que nadie entendiera, o para que desde la Delegación no se entendiera así, quién sabe, que el cincuentenario era la excusa para darse una vuelta por el Jerez antiguo con el Cristo de la Defensión como pretexto.

Pero cuando las cosas están bien hechas, lo están. Y si han estado bien bocetados y llevados a la realidad los actos antes mencionados, la procesión de ayer fue de lo mejor que un cofrade podrá llevarse a la boca en muchos años. Por todo, además. Porque el cortejo entero se lo tomó en serio, y serios fueron, como debe ser en una cofradía del corte de la Defensión. Porque la estampa del Cristo de la Defensión es sencillamente única en el cielo jerezano, y no amplío el territorio geográfico de la comparación para no resultar tedioso. Y porque todos los detalles de la procesión fueron cuidados con esmero por gente que ha dejado el listón altísimo.

Comenzó la jornada a las cinco y media, cuando en mitad de un silencio sepulcral, los hermanos de la cofradía se hincaron de rodillas ante el Santísimo, como si del propio Martes Santo se tratara. Ya ahí pudieron observar una de las novedades, el tono rojo de la flor que sustituía al lirio morado que habitualmente utiliza la hermandad para su salida.

A las siete en punto se rompieron las hojas de la puerta del Convento de Capuchinos, y el cortejo salió, chaqués incluidos, ahora que están tan en boca de todos, con destino la Compañía de María, donde tuvieron lugar los primeros cultos de la cofradía. Tras el rezo por parte de un niño de una oración ante el Santísimo Cristo de la Defensión, la hermandad buscó Santo Domingo, para continuar por Tornería, Plateros y José Luis Díez hasta llegar a Bertemati, y de ahí a casa, Carpintería Baja, Tornería y Gaitán.

Un auténtico éxito que el público supo agradecer y disfrutar, y una satisfacción plena en la hermandad, que ha demostrado que la calidad es siempre más importante que la cantidad y que este postre que disfrutamos ayer, tras el festín de actos del último año, ha sido no sólo apetecible, sino necesario. Igual, los que se quejan de que la Delegación les niega el pan y la sal, deberían mirar a partir de ahora a la calle Sevilla, porque nadie podrá negar, ahora que ya está la cuenta pagada, que buena fiesta de cumpleaños que han montado los del Convento de Capuchinos... Felicidades, y gracias por la invitación.