Cine sin ley Subvenciones, cupos y cuotas
El Parlamento tramita una normativa que no mejorará la deficitaria situación del sector, con serias carencias estructurales
Actualizado:La oscuridad y el frío sobrecogen. Despacio, muy despacio, Laura baja las escaleras del sótano y, a tientas, busca el interruptor de la luz. La bombilla parpadea angustiosa antes de encender la habitación con un fogonazo. La sangre de Laura se hiela. Frente a sus ojos hay casi dos millones de espectadores clavados en sus asientos deseando averiguar qué misterio esconde El orfanato. Tras su segundo fin de semana en los cines, el debut en el largometraje del director Juan Antonio Bayona y el guionista Sergio G. Sánchez ya se ha convertido en la película española más vista del año, con una recaudación de 10,7 millones de euros. Así, nada más iniciar su recorrido comercial, el filme se situaba entre las 25 cintas de mayor recaudación en España durante 2007, una lista donde hasta su estreno el pasado día 11 no había ninguna representante del cine patrio. Un éxito que este año será una excepción.
Los 14,4 millones de euros que, según los datos provisionales del Ministerio de Cultura, han recaudado las diez películas españolas más taquilleras hasta el 30 de septiembre sólo representan el 68,5% de lo registrado ante el mismo público por Piratas del Caribe. En el fin del mundo, la cinta más vista en ese período. De las producciones propias, sólo Pérez, el ratoncito de tus sueños superó los dos millones. Por encima del millón están Café solo o con ellas, El ekipo Ja, El laberinto del fauno, La caja Kovak, La carta esférica, Atasco en la nacional y Lola. Finalmente, cierran la lista El club de los suicidas y Cándida. Ésta última, Pérez, el ratoncito de tus sueños y El laberinto del fauno se estrenaron en 2006 y hasta diciembre sumaron 9,4 millones, cantidad necesaria para que entre estos diez títulos superen los resultados de la tercera entrega de las aventuras del Capitán Sparrow, porque si nos limitamos al papel vendido este año hace falta sumar los ingresos de las 20 películas más vistas para dejar atrás a Walt Disney.
Así las cosas, aunque los registros que aún no incorpora el Ministerio de El orfanato, Salir pitando, Mataharis, Siete mesas de villar francés, Las 13 rosas, Oviedo Express o Luz de domingo mejorarán el resultado final, en 2008 volveremos a hablar de la crisis del cine español. Crisis económica hay que matizar, puesto que si hay algo en lo que coinciden todas las partes implicadas es que talento hay, «y para exportar». Lo que falta es sentido de industria; un problema ante el que la Ley del Cine que actualmente tramita el Parlamento bien poco puede hacer.
Año tras año se repite un patrón en el que del creciente número de estrenos -372 en 2006- sólo uno o dos logran ingresos superiores a los diez millones y otros cinco -ocho como mucho- superan los dos millones. Del nivel de éxito de esos taquillazos depende la ligera variación que se produce en la recaudación, que llegó a su máximo en 2001 con 110,1 millones de la mano, sobre todo, de Torrente 2. Misión en Marbella.
Un año 'bueno'
Este modelo explica que, aunque sus registros fueran menores que los del ejercicio anterior, 2006 se considerara un año bueno. Con Alatriste, Volver, El laberinto del fauno y Los Borgia a la cabeza -colocadas entre las 25 películas más vistas-, diez obras sobrepasaron los dos millones de euros en taquilla y se alcanzó una recaudación total de 98,4 millones. «Fue una buena cosecha. Hubo seis o siete 'locomotoras' que tiraron de los resultados y, además, vimos películas como 'La noche de los girasoles' o 'Azul oscuro casi negro' que, sin lograr éxitos espectaculares, también se pueden considerar una revelación. Este año no ha habido esas 'locomotoras' y el panorama es bastante más preocupante», asegura Álvaro Augustin, consejero delegado de Telecinco Cinema. «Llevamos un año más bajo que 2006, pero nos queda el último trimestre, que probablemente sea tan fuerte como otros años porque, tradicionalmente, es cuando sale toda la 'artillería' española. Yo creo que remontaremos y cerraremos en unas cifras muy similares a las del último ejercicio», tranquiliza Enrique González Macho, fundador de la productora Alta Films y propietario de las salas Renoir.
Las cifras muestran la más grave deficiencia de la industria: su incapacidad para llegar a su mercado natural. En 2006, de cada cien personas que acudieron al cine, sólo quince eligieron una película hecha aquí. En lo que va de año ese porcentaje está en el 8%. El recurso fácil es acusar al público, especialmente al más joven, de desdeñar lo que se hace en casa para sumergirse en la cultura yanqui. La afirmación, con ser muy cómoda, tiene una base real: la mayor parte de la parroquia tiene entre 16 y 29 años, es decir, se trata de un público que quiere divertirse y que ve en las comedias o películas de acción estadounidenses una mejor garantía para invertir los 5,22 euros que, de media, cuesta una entrada, precio que, en festivos y grandes capitales, se eleva hasta casi los siete. Cine a secas, sin palomitas ni refrescos.
Pero, ojo. Ningún favoritismo es inamovible. Ese mismo público dejó en los cines 22,8 millones para hacer de La gran aventura de Mortadelo y Filemón la película más vista en España durante 2003, por delante de Buscando a Nemo, la tercera entrega de El señor de los anillos y la segunda de Piratas del Caribe; y es también el público que aupó a un producto tan español -y españolazo- como Torrente, el brazo tonto de la ley y sus secuelas a lo más alto de la taquilla consagrando a Santiago Segura como el protector de los resultados del conjunto de la industria en 1998, 2001 y 2005.
También hay quien da la razón a David Trueba, director, guionista y presidente de la Asociación de Realizadores y Productores Audiovisuales cuando dice que «los mayores ataques contra el cine (español) vienen de grandes grupos mediáticos, empresariales, salas de exhibición...» «No es el único motivo de la crisis, pero es cierto que por una serie de factores políticos a una parte del público no le gusta lo que hacemos -coincide el también director y guionista Agustín Díaz Yanes-. De modo que, una parte de la solución pasa por eliminar esa animadversión, que no existe hacia otros 'productos' como la novela, la música... La selección de fútbol no gana nada, pero la apoyamos todos, y todos animamos a Fernando Alonso, que trabaja para una empresa extranjera», ironiza.
Pero, aunque la decisión final corresponde al espectador, éste no es el único responsable del desencuentro entre industria y mercado. La acumulación de estrenos fuertes en el último trimestre también genera su «canibalización». «Es lógico que quieran aprovechar el tirón del Festival de San Sebastián, pero si estrenas a la vez 'Mataharis' y 'Siete mesas', que se dirigen a un mismo espectador, el público se divide», subraya González Macho. «Claro que una parte de la culpa es nuestra, que siempre tratamos los mismas temas y resultamos muy monótonos. En Francia, por ejemplo, trabajan con seis o siete géneros a la vez: películas juveniles, históricas, de aventuras, cine de autor... Aquí casi hay un único género, la película de autor o intimista», razona Díaz Yanes.
Y tan intimista. «La mejor película del año pasado es 'Quince días contigo'. La vimos cuatro espectadores, dos acomodadores, un operador de cabina y yo», lamenta González Macho. Ahí está la auténtica realidad de la crisis: en las películas que se estrenan -porque las hay que no convencen a ningún exhibidor y ni llegan a las salas-, pero consumen su efímero paso por la cartelera -la media es de tres semanas- sin que los espectadores sepan de su existencia. «Pasa en todos países: no puedes hacer de 140 películas 140 éxitos y 140 fenómenos mediáticos», justifica.
Cuestión de marketing
Pero para ser rentable hay que ser un fenómeno. Un estreno precedido por los halagos de la crítica de los festivales de Cannes, Toronto, Nueva York y Sitges; su selección para representar a España en los Oscar; el anuncio de la preparación de un remake a la americana; la publicidad insistente desde los informativos y cortinillas de Telecinco, su productora; el rostro popular gracias a la televisión y a Mar adentro de Belén Rueda; una estética que recuerda a la exitosa Los otros; un sugerente Guillermo del Toro presenta en el arranque de los títulos de crédito -y del trailer-; y, por último, pero fundamental, una buena distribución con 350 salas -frente, por ejemplo, a las 116 de Siete mesas de billar francés- han conseguido que el público se vuelque con El orfanato.
«En España pecamos a la hora de producir porque cuando se pone en marcha un proyecto no se hacen planes de viabilidad, de ventas. Si traigo a Viggo Mortensen o Guillermo del Toro, tengo que asegurarme de que la película se va vender bien, aquí y en el extranjero. Es algo que no se hace con seriedad», explica el productor de las dos películas reinas de las taquillas españolas en 2006 y 2007. «Ahora bien -advierte-, tampoco hay que engañarse. Aunque el marketing hace mucho, al final lo mejor que le puede pasar a una película es el boca a boca. Si haces un buen producto, el público lo va a valorar».
«Totalmente de acuerdo. Lo primero es ofrecer algo bueno. Pero que se apliquen el cuento, porque las películas españolas se están haciendo con muy poco dinero. El principio de todo es un señor o señora escribiendo un guioncillo en su casa, pero en España ningún guionista puede vivir del cine porque los productores no le pagan y es muy difícil ser muy creativo si no tienes de qué comer. ¿Cómo le vas a reprochar a nadie que se vaya a la 'tele' o se dedique a otra cosa», responde Díaz Yanes, que preside de la asociación de Autores Literarios de Medios Audiovisuales
Sin embargo, ningunas de las peculiaridades del cine español constituye el mayor obstáculo para su futuro. El principal problema, común al resto de las cinematografías, es que las salas de cine atraen cada vez a menos público. Nuevas formas de ocio -especialmente los videojuegos-, la desviación de buena parte de la paga de los jóvenes a la factura del móvil o a la compra de los videojuegos y, sobre todo, la irrupción brutal de las descargas ilegales de películas a través de internet son hoy el mayor y más acuciante quebradero de cabeza de la producción cinematográfica. Para más inri, España es, según un informe de la UE, el país europeo más pirata.
«Es hora de que hagamos un examen de conciencia y nos planteemos que tenemos que reestructurar la industria, porque la situación cada vez se complica más. Los últimos tres o cuatro años han sido muy malos, y la mayoría de los problemas son nuestros y sólo nuestros. No hemos sabido mantener al público que teníamos ni sabemos captar al nuevo, y eso indica que estamos haciendo algo mal. Hay muchas cosas que el Ministerio de Cultura no puede arreglar con ninguna ley», resume Díaz Yanes. Aunque la industria del cine asume que «ni podemos culpar al Ministerio de Cultura de nuestros males, ni podemos esperar de él la solución», lo cierto es que la forma en que nos lleguen en el futuro las películas dependerá mucho de las medidas que imponga la Ley del Cine que se tramita en el Parlamento. Para empezar, ¿debe el Ministerio sufragar la producción cinematográfica? Para Agustín Díaz Yanes, las subvenciones «tienen de bueno el apoyo a nuevos talentos, pero también son muy acomodaticias, y eso al final lo paraliza todo». De modo que su opción está clara: estas ayudas deberían limitarse a los directores noveles. El resto de proyectos debería buscar inversores que cuenten con desgravaciones fiscales
En las tareas de producción, las televisiones quedarán obligadas a invertir un 5% de sus ingresos en cine europeo y a la vez se las impedirá asumir en solitario la financiación de una película. «A ninguna empresa le gusta que le digan en qué tiene que invertir, y menos aún que te digan que lo tienes que hacer en otras empresas privadas. La sensación que tenemos nosotros es que la Ley está hecha muy a la medida de las productoras», explica resignado Álvaro Augustin. Por último, a las salas de cine se les exigirá que una de cada cuatro sesiones se dedique a una película europea. «La cuota es al cine español lo que la isla de Perejil al territorio nacional; nada. Pero es necesaria porque con ella el Estado reconoce que, por culpa del doblaje, aquí jugamos en segunda división mientras los demás juegan en primera», asegura Enrique González Macho.