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Quebraderos de cabeza

La Justicia gala impide que la testa momificada de un guerrero maorí conservada en el museo de Rouen sea devuelta a Nueva Zelanda

J. MÉNDEZ
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Es una pieza imponente, amedrentadora. La cabeza momificada está repleta de los tatuajes rituales con que se adornaban la cara los guerreros maorís cuando alcanzaban la edad para luchar. Son una serie de trazos polinesios, concéntricos, que se extienden desde el mentón a los pómulos, que sobrevuelan las cejas y se cierran en la frente y que convirtieron la cabeza de su propietario en una terrorífica máscara guerrera de por vida.

Desde 1875 la testa momificada formaba parte de la colección permanente del Museo de Historia Natural de Rouen, en Normandía. El pasado 23 de octubre, la alcaldía restituyó la pieza a los maorís de Nueva Zelanda, que desean dar sepultura a los restos de estos «guerreros muertos en combate». Sin embargo, esta semana un tribunal administrativo ha determinado que la cabeza maorí no puede ser devuelta sin más ni más a su tierra. Una decisión así, se aduce, podría ser el primer paso para que toda una serie de piezas (como las momias egipcias del Louvre, los tesoros orientales del Museo Guimet o las piezas africanas del Museo del Quai Branly) inicien un viaje sin retorno fuera de sus vitrinas.

Desde 1992, el Te Papa Tongarewa (Museo Nacional de Nueva Zelanda, en Wellington) rastrea el mundo tras la pista de sus antepasados con la idea de restaurar parte de la dignidad perdida por los guerreros tras ser expuestos al público. Cuando los restos recuperados retornan a Nueva Zalanda son honrados con el ceremonial reservado a los grandes luchadores.

Tradicionalmente, los maorís han conservado las cabezas tatuadas de los guerreros muertos en combate como un modo de mantener viva su memoria. Sin embargo, estas piezas despertaron la avidez de los colonizadores. Se pagaban muy caras en Londres. Durante el siglo XIX, los europeos llegados al otro lado del mundo las persiguieron. Algunos guerreros tatuados fueron muertos simplemente para poder vender sus cabezas a coleccionistas. Los historiadores también señalan que algunos esclavos maorís fueron tatuados a la fuerza y, después, decapitados.

«El alcalde de Rouen tomó su decisión sin consultar. La devolución de la cabeza es contraria a la ley», subraya Olivier Henrard, consejero del Ministerio francés de Cultura, para quien estas piezas son un legado de la Humanidad, no unas simples piezas arrumbadas en un museo. En España se asistió en 2000 a un debate similar con la momia de un guerrero bosquimano que se exhibía en Bañolas y fue devuelto finalmente a Bostuana.