La Zaranda
Hay una bañera. Hay un espacio surcado por la luz azul. Hay una voz de magnetófono que repite la palabra «Padre». Hay un hombre que entra rodando por el suelo Penetramos en el universo polvoriento y mágico de La Zaranda, teatro inestable de Andalucía la Baja, teatro sagrado, teatro de la imaginación, teatro de la esencia, de la belleza en su forma más pura y trascendente. Teatro de imágenes sugeridas a través de viejos objetos donde habita la memoria de antiguos propietarios, de antiguas vidas, de antiguos sueños.
Actualizado: GuardarTres payasos en un mundo que ha olvidado la risa. Detrás de la vida de estos payasos es fácil advertir la propia biografía de la compañía. La Zaranda permanece a través de los años defendiendo a costa de sudores y fatigas su teatro, luchando contra gigantes y molinos de viento, reivindicando tozudamente unos valores que hace mucho tiempo que quedaron enterrados entre tanta, tanta basura; basura que llena las bocas, basura que no deja ver al otro. La Zaranda, igual que sus payasos, representa un arte moribundo y en agonía, frente a la palabrería y la obviedad de la televisión y de otros espectáculos donde al espectador se le da ya todo hecho, sin un resquicio para el brote de la imaginación, para el florecimiento del sueño.
¿De dónde sacar la fuerza, cuando uno sabe que está abocado al olvido, cuando teme que el trabajo de tantos años haya sido estéril, cuando ignora de dónde viene y a dónde va, cuando, en fin, no sabe para qué es todo esto? La respuesta a estas preguntas hay que buscarla en la lectura última y definitiva del teatro sagrado de la Zaranda. Es una respuesta que se eleva por encima del mundo y busca las alturas, con la valentía y la vehemencia de los niños. Una respuesta susurrada por el propio Paco alguna vez, entre bambalinas: «Yo no actúo para el público. Yo actúo para Él».