Opinion

Cambio de clima

El debate sobre el cambio climático, su magnitud, sus efectos, y sobre el lugar que ha de ocupar en la agenda de gobiernos y organismos institucionales, ha adquirido en los últimos días en España todas las connotaciones de una diatriba absurda. Una inoportuna y nada responsable declaración de Mariano Rajoy fue suficiente para convertir un tema que requiere del consenso planetario en motivo de trifulca partidaria. Lo que contribuye, por un lado, a trivializar el problema y, por el otro, a fomentar posiciones dogmáticas y maniqueas. El cambio climático, en su causas y en sus consecuencias, ofrece aspectos sobre los que la comunidad científica ha alcanzado un alto grado de coincidencia, mientras que presenta otros sobre los que aún es necesario profundizar. Pero las certezas científicas parecen suficientemente elocuentes como para que la política y la ideología traten de soslayarlas o, en su caso, manipularlas con ánimo fatalista. De entre ellas, destaca una: la celeridad sin precedentes del calentamiento que puede experimentar el planeta.

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Ayer mismo, el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso calificó el cambio climático de «amenaza» y «gran desafío del siglo XXI». El presidente francés, Nicolás Sarkozy, ha arremetido contra el «dumping ecológico», proponiendo gravar más las energías fósiles y menos el trabajo, y comprometiéndose a estudiar la creación de un impuesto sobre el clima y la energía. Y las comunidades autónomas mostraron su respaldo a la Estrategia Española de Cambio Climático. La paulatina toma de conciencia sobre el problema por parte de los gobernantes y de la opinión pública mundial ha de atenerse siempre a las evidencias que presente la ciencia. Pero la falta de una predicción indiscutible sobre el futuro climático, junto a la percepción de que en todo caso afectaría a otras generaciones, no puede convertirse en argumento para la inacción ante lo que está sobradamente demostrado que modifica peligrosamente el hábitat global, y mucho menos para el enconamiento de posturas con afán partidista.