DEFENSA. Un hombre protege su casa en San Diego. / REUTERS
MUNDO

Un paraíso carbonizado

Sean Penn perdió su rancho y Pierce Brosnan, Mel Gibson o Jim Carrey corren ese riesgo

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El paraíso playero de Malibú, pese a servir como hogar a una buena parte de la industria de Hollywood, no se ha visto eximido de la destrucción provocada por los múltiples incendios propagados desde el fin de semana en el sur de California. Estas voraces y veloces llamas han devastado una decena de mansiones, sobre todo en el enclave de Oceanside Heights. Además, arrasaron el rancho del actor Sean Penn, valorado en tres millones de euros.

En esa zona ahora amenazada, a unos cuarenta kilómetros del centro de Los Angeles, tienen mansiones estelares personajes como Britney Spears, Jennifer Aniston, Pamela Anderson, Courtney Love, Mel Gibson, Pierce Brosnan, Jim Carrey, Richard Gere, Robert Redford, Sting, Bill Murray, David Arquette y Courtney Cox, Diana Ross, Cher y Nick Nolte. Entre los famosos forzosamente evacuados figuran los actores Dick Van Dyke y David Duchovny, la actriz Olivia Newton John y el director James Cameron.

Las llamas también han destruido por completo el Castillo Kashan, una edificación famosa y emblemática de Malibú con una biblioteca privada llena de recuerdos de Hollywood. La propiedad, construida en 1978 por un exiliado iraní, había sido puesto en marzo a la venta por 12 millones de euros. Como han reconocido con bastante pesimismo las autoridades municipales de Malibú, «el fuego está controlado al cero por ciento, realmente estamos a merced del viento».

Mientras la situación sigue empeorando, las autoridades se afanan por evacuar desde hospitales hasta colegios pasando por centros psiquiátricos y todo tipo de instalaciones. Incluso se desalojó el exclusivo centro de rehabilitación Promises, famoso por haber tratado a estrellas como Britney Spears y Lindsay Lohan.

Los bomberos se han quejado de que una parte de sus esfuerzos han tenido que ser empleados en hacer cumplir las órdenes de evacuación. Sobre todo ante el empeño de algunos propietarios de no abandonar sus amenazadas casas en laderas y cañones a pesar del precedente de hace justo cuatro años, con otra similar tormenta de fuego en el sur de California que acabó con la vida de veintidós personas y destruyó más de 3.500 viviendas.