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El New Look de Christian Dior sigue en la palestra cincuenta años después de su muerte
Tras devolver el esplendor a la moda parisina y convertir el lujo en el mayor antidepresivo de las clases altas tras la posguerra, una caprichosa espina de pescado acabó, hace ahora cincuenta años, con la vida del gran diseñador francés Christian Dior. El creador del New Look se había retirado en el balneario italiano de Montecasini para llevar a cabo una cura de adelgazamiento, y la noche del 24 de octubre de 1957, al atragantarse durante la cena, desencadenó el ataque cardiaco que acabó con su vida.
Actualizado: GuardarSólo diez años al frente de la firma que llevaba su nombre habían bastado para convertirle en uno de los grandes nombres de la moda mundial, referencia para Rita Hayworth, Ava Gardner y la duquesa de Windsor, y todavía hoy una inspiración confesa para diseñadores.
El empleo del cromatismo único, preciso y sutil marcó su personalidad, innovadora pero adaptada de manera casi ergonómica a un público conservador, y le dio una fama que han mantenido viva, casi intacta, nombres como Yves Saint Laurent, Gianfranco Ferre y, sobre todo, su actual, John Galliano, que ha vuelto a deslumbrar en nombre de Dior a los especialistas en moda.
Nacido en la localidad normanda de Granville el 21 de enero de 1905, el futuro diseñador era el segundo de cinco hermanos de una familia que regía una fábrica de fertilizantes que, se trasladó a París. Aunque su vocación inicial fueron las bellas artes, su padre le inculcó la necesidad de estudiar para diplomático y le apoyó económicamente para abrir, en 1927, una galería de arte en la capital francesa.
Así, antes de manifestarse como un magnífico creador, Christian demostró tener el don de reconocer la belleza en las obras ajenas, y en las paredes de su local se exhibieron piezas de Picasso, Matisse, Dalí y Braque, hasta convertir su galería en una de las más prestigiosas de París.
Pero el sustento económico de su padre desapareció cuando su empresa se arruinó y, por ello, Dior empezó a ganarse la vida como ilustrador de moda para la revista Le Figaro en 1935, y tres años más tarde sería requerido, ya como diseñador, por el modisto Robert Piguet y, durante la Segunda Guerra Mundial, por Lucien Lelong.
Como muchos otros diseñadores franceses, encontró en las esposas de los soldados alemanes o de colaboracionistas un dudoso filón, que le inspiró para realizar cortes favorecedores y suntuosos para formas no precisamente modélicas.
Con ecos desenfadados de la Belle Epoque -siempre con la imagen de su madre como base- y apostando por reducir las cinturas a la mínima expresión, creó una feminidad innovadora.
En 1948 abrió en Nueva York una boutique de prêt a porter, y comenzó a abrazar con su firma la perfumería o los complementos y a difundir sus diseños a través de películas como Stage Fright (1950), en la que Hitchcock enfundó los vestidos de Dior a Marlene Dietrich.
Por superstición o con vistas a moldear su propio mito, Dior mostró durante los momentos más álgidos de su reconocimiento profesional, además de una timidez patológica, una serie de curiosas manías que incluía en todos sus desfiles, como la presencia de su flor favorita, el lirio, o una prenda que llevara por nombre Granville, su localidad natal.
Su obsesión por esquivar la mala suerte pareció tener cierto sentido dadas las azarosas circunstancias de su muerte y este viernes, como cada año aunque con más peso que nunca, París le ofrecerá una misa conmemorativa, mientras su casa de infancia se ha convertido en un museo que alberga un centro sobre su figura. / EFE