¿El fin del disco?
Mucho se viene hablando sobre el verdadero estado de la discografía y su industria. Por mucho que se insista es muy lamentable todo lo que asoma a ese precipicio oscuro como negro telón de fondo. Ya sabía de estas circunstancias a través de los distintos artistas que suelen frecuentar mi programa de radio. No sólo de las inmensas dificultades para poder grabar en condiciones, además para sacarlo adelante, difundirlo y venderlo. Para el flamenco, más todavía, querámoslo o no, aún tiene visos de arte minoritario, si lo comparamos con otras disciplinas del rock o del pop.
Actualizado: GuardarEl otro día tuve la suerte de acompañar a mi amigo Antonio Reyes a Madrid para comprobar in situ el avance de las mezclas del que será su primer disco en solitario, tras más de dos años luchando lo indecible. Estamos hablando de una multinacional, que no de una pequeña empresa, y uno de sus operarios nos comentó sobre la gran alarma que hay en el sector. Así, por encima, nos señaló que hace unos años eran unos 400 empleados que llenaban todo un edificio, hoy apenas un par de plantas por la reducción de esa plantilla a un número que no llega, de lejos, al centenar.
La instalación en todos casi todos los hogares de la banda ancha de internet, amén de la cultura del pirateo, que deja impune cualquier delito contra la propiedad intelectual, está dejando a muchas familias sin empleo y a los artistas casi sin posibilidades de poder sacar sus trabajos. «Fíjate, Pepe -me comentaba este buen amigo del que omito de forma voluntaria el nombre - de este famosísimo guitarrista, llevamos vendidos en lo que va de año sólo 400 CD's». Claro que también me comentó sobre los remedios existían: abaratamiento de las unidades, incorporarles formatos mp3, una descarga barata desde la red o que las empresas del disco se pusieran de acuerdo para asestar un duro golpe a ciertos servidores que son plataforma del delito o que, en vez de poner a Alejandro Sanz en la puerta de su chalé en Miami diciendo no bajes canciones, pongan a su compañero Pedro que se ha quedado sin curro y más tirado que una colilla en la Gran Vía. Entre una cosa y otra les puedo anticipar que otras Navidades, al menos en el terreno flamenco, nos vamos a hartar de reediciones históricas. La cosa es para pensarla.