ARTE PESADO. Botero, junto a una de sus características esculturas. / EFE
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Botero, saqueado

El artista piensa abandonar su casa italiana después de que le desaparezcan siete esculturas valoradas en 3,5 millones

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Miles de ciudadanos de todo el mundo han pasado décadas sobando y acariciando las esculturas regordetas de Fernando Botero, plantadas en las calles de muchas ciudades para disfrute de los paseantes. Él mismo invita a tocarlas y a que la gente se relacione con ellas. Pese a estar en la vía pública, nunca nadie ha tenido la tentación de llevarse una, aunque también es verdad que el tonelaje de esas señoras y animales era muy disuasorio. Sin embargo, en Italia ya le han robado nueve estatuas.

El mayor golpe ha sido este fin de semana: se llevaron siete piezas de bronce, de pequeñas dimensiones y valoradas en 3,5 millones, de una fundición de Pietrasanta, la localidad toscana donde el escultor colombiano pasa varios meses del año. Un poco cansado ya de ser el tonto del pueblo, Botero anunció ayer que se plantea dejar el país e irse a Suiza, Francia o Alemania.

Obra de profesionales

El artista lleva 24 años pasando los veranos en Pietrasanta, cerca de Carrara y los famosos yacimientos de mármol, el sueño de cualquier escultor. Le llaman la pequeña Atenas. «Allí es una delicia trabajar, hay un ambiente simpático, de tranquilidad y confianza, pero me han tomado como objetivo», lamentó ayer en una entrevista radiofónica. Primero, hace tres años, desapareció una estatua de un gallo que tenía en su jardín, según confirmó la Policía italiana. Botero también añadió ayer a la lista otra pieza robada del tejado del estudio. Lo de este fin de semana parece obra de profesionales: entraron de madrugada, derribaron la puerta trasera del local y otra blindada del armario que custodiaba las obras. Según la Policía, puede ser un robo por encargo de algún marchante de arte. «Sabían lo que hacían porque se llevaron una escultura que estaba todavía en cera; quien conoce esto sabe que eso se puede convertir luego en un bronce», explicó Botero. Las obras estaban ya vendidas para una muestra en Montecarlo.

Lo más curioso del caso es que el alcalde de Pietrasanta se ha ofendido, un poco en la línea de pensamiento de algunas tiendas italianas que tratan al cliente como peligroso criminal. «Buscar responsabilidades en nuestra comunidad es un error, más bien la culpa es de quien no ha instalado alarmas y no ha conservado obras de valor en un espacio adecuado», razonó. Es que a estos pueblos tan bonitos y caros de la Toscana les sobran los famosos.