De periodismo y pérdidas
Cuando me desperté el sábado por la mañana, después de tres intensos días de vorágine, empecé a calibrar todo lo que había escuchado, escrito e incluso debatido con otros compañeros de profesión. En el congreso de la Fundación Caballero Bonald de este año los periodistas hemos dejado de ser testigos para convertirnos en protagonistas por una vez.
Actualizado:Se habló mucho de periodismo, de nuevas tendencias, de lo bueno, lo malo y lo peor del oficio, de los vicios y las virtudes, de cultura y de literatura. Ya desde el primer día, Emilio Lledó puso la guinda al pastel, y es que su intervención fue la favorita para muchos de los asistentes. Luego llegó Manuel Rivas con Galicia en el bolsillo, como en cada frase que escribe o pronuncia, después la contundencia de Jesús Vigorra y sus ideas claras, igual que su «cabeza despejada», como bromeó Jesús Fernández Palacios. Tampoco se quedó detrás Elvira Lindo, que recordó sus inicios en este mundillo del articulismo. Y el último día llegó Juan Luis Cebrián, que completó el círculo con una revisión histórica de lo que él considera un género literario. Todavía hoy tengo que terminar de asimiliar todo lo que he aprendido y quizás sea éste -por la parte que me toca- el congreso que más he aprovechado. Para el año que viene la fundación ha anunciado novedades. Estoy impaciente.
La nota triste llegó el domingo al conocer la triste desaparición de la voz de La Rosa de los Vientos, el primer programa de radio que provocó que se me pegaran las sábanas cada mañana cuando tenía que ir al instituto. De repente, me di cuenta de que no iba a volver a escuchar nunca más aquello de «contento y feliz como una lombriz, vuestro amigo Juan Antonio Cebrián». Por suerte, quedará para siempre flotando en las ondas.