Opinion

Pasión veloz

Quién fue capaz de no sentarse el domingo, a eso de las seis de la tarde, frente al televisor y tras las luces rojas del semáforo que su corazón no acelerara en pulsaciones como los coches de fórmula 1 que comenzaban, a trompicones, enderezar la última prueba de un mundial más comentado que competido.

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Pues sí, reconozco que vibré con una salida espectacular, que me quede sin aliento en la primera frenada y que respiré -como la mayoría de los españoles- cuando el número 2 de los vehículos se iba a recoger flores al campo. Por una vez se hacía justicia en las curvas y rectas de un circuito y no tras las puertas de los despachos. Amargo desenlace, aún creíamos que el «milagro» podía llegar, pero no sabía tan amarga la la final al saber que no conseguiría su objetivo. Sí me alegro que ganara Ferrari, me alegro que Massa dejara pasar lo obvio pero me entristece saber que el mundial pudo estar en las manos de un fabuloso del volante y que por «incompetencias» se queda a las puertas. El año próximo, del color que sea la marea azul siempre estará presente.

María Montero. Jerez