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CRÍTICA DE TV

Golfadas

Además del fútbol a granel, las carreras de coches y motos y la polémica sobre Escenas de matrimonio (ahora también la Federación de Mujeres Progresistas ha denunciado la serie), la otra noticia televisiva del fin de semana ha sido la escandalera montada por Dónde estás, corazón, el programa rosiamarillo de Antena 3, tras haber sorprendido a Cayetano Martínez de Irujo saliendo, aparentemente, de un local de intercambio de parejas y otras variedades del amor de lance. Cuando pasan estas cosas siempre es muy socorrido decir que la prensa viola la intimidad de la gente. Es verdad que las actuales maneras de la prensa rosa (y en particular de la tele del ramo) son una de las peores calamidades que han podido caer sobre la profesión periodística, pero, en este caso, no es la prensa la que ha vulnerado nada.

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Vamos a ver: la vida privada de un personaje público pertenece al ámbito privado; pero si un personaje público acude a ventilar su vida privada a un local público, en la vía pública y transitando por entre el público, lo menos que puede esperar es que alguien grite «¿ahí va ése!», ¿no? Precisamente por eso, antaño, a la condición de personaje público se le presuponía también una cierta obligación de ejemplaridad; hoy, en nombre de la libertad de costumbres, hemos renunciado a exigir esa obligación, pero, en contrapartida, sería memo reclamar silencio a la multitud. O sea que lo lamentable de la otra noche no fue, a mi modo de ver, el argumento, sino la desmesura con que se trató el tema, la hipocresía con que se comentó y la sordidez en la que se envolvió.

Desmesura, porque es desmedido conceder a un solo argumento tanto tiempo de pantalla, sobre todo cuando en realidad hay tan poco que contar. Hipocresía, porque los contertulios, en un ataque de progresismo, trataron de hacer compatible el despelleje moral de Cayetano con una reivindicación de la libertad de costumbres, de manera que el espectador recibía un mensaje parecido a este: «Todos pueden hacer lo que les dé la gana, incluidos nosotros, pero que lo haga Cayetano es un escándalo». Y sordidez, porque la portavoz de la acusación era la ciudadana llamada Aída Nízar, buena conocedora, según parece, del escenario del desliz, y que estaba allí en calidad de delatora, fiscal y juez del caso, todo en uno, con su habitual práctica de hablar de sí misma en tercera persona y esa petulancia, tan patética, de quien cree patológicamente que el mundo gira en torno al propio ombligo.

Así que entre lo hipócrita y lo sórdido, el espectador neutral podía sacar una conclusión: será inmoral que Cayetano busque donde no hay, pero es mucho peor que la tele se pueble con personajes como esa señora.