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La noche de los templarios

Cuando se cumplen 700 años del Viernes 13, fecha en que los monjes soldados fueron masacrados, El Vaticano publica documentos inéditos que muestran su inocencia

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El Vaticano no quería acabar con los templarios y no los condenó por herejía, pero se vio atrapado en una crisis política y el papa, Clemente V, se murió sin arreglarlo. Esto se supo hace tres años con el descubrimiento por azar de un sorprendente documento en los Archivos Vaticanos, un texto del pontífice que absolvía a la orden guerrera. La fecha se ha puesto sobre la mesa porque sale un libro oficial sobre el tema, también porque los templarios siempre tienen morbo y, además, porque fue hace 700 años cuando los masacraron, el famoso Viernes 13 de 1307. La fecha se asocia con malos augurios.

El libro que por fin pone orden, siete siglos después, en el controvertido final de los caballeros es una iniciativa del propio Vaticano. Y se lo ha tomado en serio. Serán los monseñores Raffaele Farina, archivista y bibliotecario de la Iglesia, y Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano, quienes presentarán el próximo día 25 una edición de 799 ejemplares que reúne y reproduce por primera vez las actas integrales del proceso a los templarios. Processus contra Templarios cuenta, entre otros documentos, con el Folio de Chinon, descubierto por una joven investigadora de 34 años, Barbara Frale, que curioseaba en el Archivo Secreto. Es un papel de 1308, al año siguiente del Viernes 13, en el que Clemente V absuelve a los templarios de herejía. Era desconocido hasta ahora por un error en la reordenación del archivo en el siglo XVII.

La orden andaba un tanto perdida al final del XIII tras las cruzadas. Los caballeros de San Juan de Jerusalén, por ejemplo, se reciclaron como potencia marítima en Rodas, pero los templarios habían regresado a sus monasterios de Europa y resultaban incómodos por su influencia. Tenían mala fama y se miraba con envidia su riqueza. Eran una fuerza extendida desde Chipre a España, al margen de fronteras. El poder, y más que nadie el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, les temía.

El rey encontró la excusa para meterles mano en 1303, a través del testimonio interesado de Esquieu de Floryan, un prior que había asesinado en Milán al gobernador provincial de la orden y había huido a París. Para salvar el pellejo, contó supuestas barbaridades sobre las prácticas templarias. Se dijo que en el rito de iniciación a la orden los aspirantes debían renegar de Cristo, escupir en la cruz y practicar el clásico osculo infame, es decir, besar el culo al gran maestro de turno, además de ofrecerle el propio. También adoraban a sapos y gatos, a Baphomet y Acharnoth, y tenían inclinaciones cátaras y musulmanas. A la vez. La Inquisición armó una acusación de once cargos, entre ellos herejía, blasfemia, idolatría y sodomía.

Felipe el Hermoso esperó al funeral de su cuñada, que reunió en París a realeza y templarios, para montar esa noche la histórica redada del viernes 13. Cayeron centenares de templarios en toda Francia, entre ellos el Gran Maestre Jacques de Molay, y gracias al práctico método de la tortura confesaron todo y más. Era un desafío a la autoridad del Papa, pero Clemente V, que había trasladado el pontificado a Aviñón, era débil y sometido al monarca. Al final acabó convocando un concilio que en 1312 disolvió la orden.

Lo que revela el nuevo documento es que Clemente V absolvió a los templarios de herejía. Había enviado una comisión de cardenales al castillo de Chinon, donde estaba Molay y la plana mayor templaria, para saber qué estaba pasando. El 20 agosto de 1308 la acusación de herejía fue rebajada a apostasía. Ante el riesgo, suspendió la orden, aunque no era una medida definitiva pero murió y en 700 años ningún pontífice la modificó.

Molay y sus colegas pagaron el pato. El Gran Maestre padeció siete años de tormentos y fue quemado el 18 de marzo de 1314 en Chinon. Este pueblecito francés se ha convertido en símbolo de la tragedia templaria, y no es de descartar que hoy sea lugar de encuentro de zumbados en procesión.

Ése es precisamente otro aspecto curioso de los templarios. En su día, el Viernes 13 causó conmoción en Europa. Dante los defendió; Ramón Llul, afirma Cardini, se manifestó en contra. Pero el asunto fue perdiendo interés y quedaron olvidados. En realidad, la fascinación templaria que llega a nuestros días nace más tarde, en el XVIII, con el auge del esoterismo en Europa y la transformación de algunas logias masónicas en alegres mascaradas medievales. En el siglo XX fue filón inagotable para los camelos de Pierre Plantard, el ex-colaboracionista francés que se inventó el Priorato de Sión, Rennes-le-Chateau y demás mandangas recicladas por Dan Brown. Hoy, perviven decenas de órdenes templarias de variada ralea, entre la beneficiencia y el esperpento, de los salones más presentables a las oscuras logias de Internet.