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LA GLORIETA

Salud, ese caro tesoro

El abandono que sufría la sanidad pública hasta hace unos años, cuando se extendió la creencia de que los Gobiernos mantenían intencionadamente esta precariedad para favorecer una fuga al sistema privado, parece que ha pasado a la historia. La política, que no la conciencia ni la responsabilidad, fue la salvación entonces, ya que las administraciones, de todos los colores pero especialmente la popular, se dieron cuenta de que la buena salud de las urnas dependía enormemente la satisfacción del ciudadano con el sistema sanitario. Empezaron entonces las carreras por la reducción de las listas de espera, el aumento del tiempo de consulta y la gestión telemática.

BEATRIZ REVILLA brevilla@lavozdigital.es
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Pero lo que ocurre ahora es que esa precariedad caló y llegó a impregnar también al sistema privado, que asumió cada vez mayores esperas y peores atenciones como consecuencia de la fuga de pacientes de lo público, pero también a causa de que los médicos empezaron a derivarlos a sus propias consultas, previo paso por caja, con la promesa de una mejor y más desahogada sanación. Cómplices y verdugos. La burbuja creció y hoy es el día en que puedo decir que esperé más de tres semanas para una consulta traumatológica, una hora más en el despacho, que, por supuesto, estaba a rebosar sólo media hora después del inicio de la jornada, entré finalmente y salí pasados menos de diez minutos sin que el doctor me hiciera una única pregunta y sólo un par de toquecitos de rigor. Precio: 150 euros. Afortunadamente no es igual con todos los profesionales, como un isleño del aparato digestivo, con el que la profesionalidad fue intachable y mereció la espera, eso sí, de otras casi tres horas. Desde luego que la expresión de que la salud no se valora hasta que se pierde tiene también este otro sentido.