Grito sinfónico
Busco, me cansé de buscar» dice ella. Y ella ya no es nadie, y no lo es porque sin saberlo vive anclada, enclavada en el estanque, en el cráter, en la sin corriente y en el sin fluir. ¿Está viva? ¿Está vivo el que no vive y solo revive los recuerdos? Ella va muriendo con su único tesoro cotidiano repleto de semblanzas y alimentándose de la fuerza que le da la espera que no cansa, la espera que se afana por argumentar que aún hay vida en el limbo donde se cansó de buscar. Aún así le queda energía para prepararse, para ensayar sus coqueteos y emperifollarse como malamente puede y jugar a que espera al que ya llegó antes, pues de Manuel solo quedan las cenizas. El baúl, él lo es todo, es su verdadera patria, es su isla en mitad de la sequedad del estanque. De este arcón surge lo que ella teje para seguir su vida muerta.
Actualizado:La propuesta de Teatro del Vinagre es una sutil composición de movimientos y casi sin palabras en un espacio gris cercano al espectador y siempre a media luz que nos remite a un mundo yermo, el de la soledad más profunda. La iluminación sin apenas luz frontal, acusa muy bien el fragmentar del personaje de ella. Maloka Rincón, única interprete del montaje, urde brillantemente trabajo corporal y vocal. Entabla buena conversación la palabra con el sonido de los objetos que la acompañan. Asistimos a un concierto en donde el rechinar de las bisagras de un baúl se acompasa con la intensidad y timbre vocal de la actriz y el rasgado de un papel de periódico con los ecos del cante jondo que dan principio y fin al montaje. No puedo evitar el remitirme a la tragedia vivida hace muy poco tiempo en nuestra costa gaditana, la del naufragio del Nueva Pepita Aurora y la incertidumbre soportada por los que esperan sin perder la esperanza. Naufragio, soledad y silencio en un espacio lleno de fuerza gracias al carácter de una actriz que se entrega con vigor e intensidad. LA CRÍTICA