Toca remontada a la heróica
Alonso, cuarto, saldrá desde la peor posición posible entre los favoritos para intentar proclamarse campeón del mundo por tercera vez consecutiva
Actualizado: GuardarLa sala de Prensa de Interlagos ratificaba ayer -cinco y media de la tarde, afanosos periodistas produciendo páginas como churros, cafés a manta por las mesas, móviles en ebullición- que la Fórmula 1 es un género inglés se mire como se mire. ¿Cuántos eventos deportivos no se habrán celebrado durante ocho meses de F 1? ¿Roland Garros? ¿El Tour de Francia? ¿La Liga de Campeones? ¿El Mundial de atletismo? ¿Cualquier carrera del campeonato de motociclismo? Nada. Cero.
Los televidentes pasivos que las
salas de Prensa de todo el mundo no han visto ningún certamen, ni resumen ni repetición de las jugadas más interesantes. Nada. Sólo coches y coches, porsches, fórmulas de promoción, gp2, fórmulas 1. Salvo ayer. Cualquiera pudo solazarse con el partidazo que cerró la final del Mundial de rugby. Jugaba Inglaterra. Por uno de esos misterios de los mandos a distancia invisibles, las fuerzas ocultas que manejan los destinos de la Fórmula 1, los periodistas podía airearse de las válvulas y los neumáticos con las patadas de Wilkinson o las carreras del surafricano Habana. Un coro de oh, ah, ay, uuuhhh, podía escucharse mientras los teclados buscaban explicaciones a la pole de Felipe Massa, la buena colocación de Hamilton para atacar el Mundial y el pesimismo inapelable de Fernando Alonso al salir del coche y proclamar un estado de ánimo «muy bajo» para asaltar el título hoy.
Entre los golpes de castigo de Wilkinson y la primera línea de Hamilton, la Fórmula 1 volvió a echar agua a sus raíces. Todos los equipos tienen personal británico, las sedes de las escuderías albergan un radio de acción muy próximo al circuito de Silverstone y Milton Keynes, el idioma oficial
del deporte es el inglés sin traducción simultánea y el supremo total,
presunto propietario de la caja de cambios, nació en las islas de su
graciosa majestad. Si no entiendes el idioma de Shakespeare eres un cero a la izquierda en el teatrillo.
Hamilton ha captado la idea desde el principio. Y ayer propuso un cierre de temporada a lo grande con la segunda posición en la parrilla de hoy. Delante, Massa, a lo suyo, a su papel de reconquistador del espíritu brasileño de Senna, Pace, Fittipaldi, etc. Detrás, Raikkonen, que admitió no conocer las combinaciones que necesita para ser campeón del mundo. Y más atrás, Alonso, que sabe cada ecuación posible o imposible para llegar a la
meta vencedor.
Así que la primera línea de Hamilton fue celebrada por la parroquia británica con el entusiasmo de los drops de Wilkinson en el estadio parisino de Saint Dennis.
La temporada no ha ido redonda para Alonso en las contrarrelojes de los sábados. Ha estado siete veces por delante de su compañero, mientras que éste ha lucido alerón en diez. Victoria parcial para el británico. Contando con la del incidente de Hungría, el líder ha capturado seis poles y el asturiano, dos. Por el motivo x, no ha sido el mejor para Alonso en las calificaciones desde que es quien es.
Alonso, pesimista
Ferrari prometió alguna esperanza de morbo sabatino cuando se deslizó desde su garaje que reclamaría por una acción muy macarra de Hamilton sobre Raikkonen. Salió el inglés hecho una furia del pit y obligó al finlandés a deshacer su trazada cuando estaba en vuelta lanzada en la Q3. Ni reclamación ni nada. Un sábado a pierna suelta para el líder del Mundial, que aún así tuvo que escuchar esta pregunta de una valiente periodista francesa: ¿Cree usted que puede hacer lo que quiera y arreglarlo todo pidiendo disculpas? No contestaré a esa pregunta, sonrió Hamilton.
Alonso se mostró pesimista de entrada. «Tengo un diez o un quince por ciento de posibilidades. No creo que más», aseguró al salir del coche. Fue el empuje periodístico el que le obligó a mirar la carrera de hoy con alguna expectativa. «No voy a tirar la toalla, claro. Mira lo que pasó en China. Iba cuarto, en tierra de nadie, y en la vuelta 70 podía ser de nuevo campeón».