Cultura

Frida viva. Viva Frida! GERMÁN CORONA

En México no hay sufrimiento sin canción ni muerte sin festejo. Para el pueblo mexicano la muerte es una parte más de la vida, de un Todo indivisible. Y es de este modo que se presenta el espectáculo escrito, dirigido e interpretado por Ofelia Medina: como un todo en el que conviven vida y muerte, ceremonia y fiesta, placer y dolor, delirio y cordura, sueño y realidad social, angustia y felicidad, actriz y personaje.

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Con este juego de contrarios o complementarios, se pone en marcha un montaje cuanto más sugerente, por momentos onírico, lleno de luces, formas, colores, música, humor y ritmo.

En la propuesta de la compañía A todo dar conviven también formas diferentes de Teatro y de Música: el ritual, el teatro popular, el teatro musical, el folclore sonoro de los corridos mexicanos y la improvisación abstracta de un cello -por cierto, el instrumento que considero el más parecido a la voz humana-, que refleja muy bien el grito callado de dolor y sufrimiento de una Frida consumida y al borde de la muerte.

La obra juega con símbolos y referentes que encajan muy bien en esta propuesta, como por ejemplo la presencia de ese perro en primer término del escenario que parece servir de guardián al alma inmortal de Frida.

Cierto es que muchos de estos referentes se nos escapan pues tienen que ver con la realidad social e histórica del país azteca, y es allí donde algunas escenas parecen extensas e incluso lentas.

Sin embargo logra trascender y proyectarse hacia nosotros la pasión que siente la Medina por Frida, pero sobre todo el clamor de justicia y libertad de ambas hechas una misma voz y un mismo canto. Un canto a la vida. LA CRÍTICA