SALVADA. Benazir Bhutto es rescatada del vehículo blindado. / AP
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Bhutto sale ilesa de un doble atentado con al menos 95 muertos al volver a Pakistán

La ex primera ministra regresó horas antes de los ataques a Karachi, su ciudad natal, tras haber permanecido en el exilio durante ocho años

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Cuando el avión de la compañía Emirates aterrizó en Karachi pasada la una del tarde procedente de Dubai y del aparato descendió Benazir Bhutto, tras ocho años de exilio voluntario, pocos imaginaban la tragedia que se produciría horas después. Aunque la ex primera ministra, vestida con el traje tradicional (un shalwar kamizze), no sufrió daños, al menos 95 personas murieron y más de cien resultaron heridas en un doble atentado con bomba contra el convoy en el que viajaba la política paquistaní. El ministro de Interior paquistaní, Aftab Ahmed Khan Sherpao, dijo al canal ARY que las fuerzas de seguridad encontraron entre los restos de las explosiones los restos mutilados de al menos un terrorista suicida.

La primera de las explosiones fue de pequeña magnitud, pero inmediatamente se produjo una segunda de mucho mayor potencia ante el camión desde el que Bhutto y compañeros del PPP participaba en una manifestación por las calles de Karachi para celebrar su regreso. Y eso que el Gobierno había desplegado a 20.000 agentes y 2.500 paramilitares para evitar cualquier contingencia, ya que tres grupos habían lanzado amenazas, que a la postre cumplieron.

La llegada de Bhutto había sido apoteósica. Más de 250.000 seguidores, según los organizadores, de la líder del Partido Popular de Pakistán -cifra muy inferior al millón que habían anunciado desde hace días- blandieron las banderas rojas, verdes y negras del partido y corearon el nombre de su heroína. Ella, nada más pisar suelo paquistaní, besó un Corán y confesó a los periodistas que «le doy gracias a Dios. Estoy muy contenta de volver a mi país y estaba soñando con este instante». No hubo más declaraciones, inmediatamente fue llevada hasta el blindado que su partido le había preparado para darse un baño de masas, que al final fue un drama.

Antes de que se produjera el atentado, la comitiva atravesó la arteria principal de la ciudad portuaria para dirigirse hasta la tumba de Mohammad Ali Jinnah, fundador del país, desde donde la dirigente del PPP se encaminó a una de sus fincas a las afueras de la ciudad. La situación era de alto riesgo -como luego se confirmó-, por lo que la ex primera ministra permaneció en las calles el tiempo imprescindible para saludar a las miles de personas, que desde la víspera habían permanecido en campos dispuestos por los organizadores en los alrededores del aeropuerto. Cada farola, cada poste eléctrico de Karachi, amanecieron engalanados con la tricolor del PPP. Pero la fiesta se tiñó de sangre poco después.

Frustración

Mientras, los seguidores del otro ex primer ministro exiliado, Nawar Sharif, siguieron la emisión de la llegada de Bhutto -que fue ofrecida en directo por todos los canales nacionales- con frustración. Sharif intentó el regreso el pasado 10 de septiembre, pero fue deportado de nuevo. Benazir ha sido más inteligente y ha vuelto con el visto bueno de EE UU, un recibimiento consentido y respaldado por las autoridades y un pacto con Musharraf bajo el brazo que le amnistía de sus delitos de corrupción.

Un pacto que mantiene dividida a la opinión pública paquistaní y ha restado apoyo a su formación, donde muchos no aceptan el trato con el presidente aún vestido de militar, Pervez Musharraf.

El general, por su parte, permaneció todo la jornada en su cuartel general de Rawalpindi. Era el día de Bhutto y no hubo ningún tipo de declaración, ni bienvenida oficial por parte del gobierno que pudiera restarle protagonismo.