Menos caprichos y más cuentas
Contenerse y comparar precios empiezan a ser claves en la compra diaria para reducir al máximo los gastos
Actualizado: GuardarPili, como todo el mundo la conoce en el barrio, sabe muy bien de lo que habla. Lleva prácticamente toda la vida al frente de una frutería junto a su marido y se ha convertido en una experta en economía doméstica. «Desde el día 15 hasta el 20, más o menos, se nota que las carteras están vacías». La gente, durante esa compleja semana, acude, como cada día, a la tienda, pero únicamente se compra lo justo y necesario. Y es que el fantasma de final de mes ha llegado. Pili, conocedora de la materia, explica que las amas de casa a partir del día 20 ya pueden sacar dinero del banco, gracias a los créditos y adelantos, por lo que la situación a partir de esa fecha se normaliza un poco más.
«En busca de calidad y buen precio». Con este objetivo entró ayer María Muñoz en la frutería Pili. Llegar a final de mes sin sustos cuesta mucho trabajo, y por ello esta ama de casa estudia y analiza todo lo que compra. «Hay que mirar los precios, comparar en las diferentes tiendas y sobre todo, comprar sólo lo que hace falta para evitar tirar cosas a la basura porque los bolsillos no están para eso».
Los tiempos cambian y con ellos los productos de la cesta de la compra. Ignacio Román, profesor y amo de casa, también eligió ayer la famosa frutería de Pili para llenar la nevera. «Está claro que hay que mirar los precios, porque entre las hipotecas, el coche, la ropa y todas las facturas a las que hay que hacer frente uno no puede comprar lo primero que ve». Frutas, hortalizas y pan llevaba ayer este hombre entre sus bolsas, pero igual que María, sólo compró estrictamente lo necesario evitando los impulsos consumistas que cada vez juegan peores pasadas.
Algo también muy importante, según los expertos en economía doméstica, es permanecer muy atento a las ofertas de las grandes superficies sin dejarse engañar. De hecho, las propagandas vuelan de los buzones y la lista de la compra ahora lleva un apartado nuevo al lado del producto: el supermercado en el que hay que adquirirlo. En un establecimiento se compra el pan, en otro la fruta, en otro se adquiere la carne y un último es elegido para los yogures. Todo un máster en economía familiar que cada día tiene más adeptos.
«Hemos vivido tiempos mejores que esperamos que vuelvan»
Zahara de la Sierra y Algar son las dos poblaciones gaditanas con menor capacidad de compra en la provincia. Las que menos gasto hacen, de acuerdo con su población, en compras de vehículos, instalación de líneas de teléfono, apertura de oficinas bancarias y número de comercios. Esta falta de consumo se debe, según reconocen sus propios vecinos, al bajo poder adquisitivo de los vecinos de la zona. El desempleo es el gran problema de los municipios serranos y Algar y Zahara no podían ser menos.
En el caso de Algar, sus habitantes remarcan la falta de empresas e infraestructuras empresariales e industriales. José Reynaldo recuerda que «el pueblo cuenta con el atractivo turístico del Tajo del Águila, cuatro empresas más y pare usted de contar». Además recuerda que «aquí no hay ni polígono industrial, aunque aseguran que pronto lo habrá».
Estas circunstancias generan paro y ello supone contar con menos recursos para poder invertir en compras. José Miguel Piñero es otro vecino algareño que asegura que «este pueblo se ha quedado atrasado con respecto a los vecinos, y eso se nota por las calles, donde apenas hay negocios».
Otra de las causas que baraja la población para argumentar este menor poder de compra y el débil tejido comercial es la cercanía con otras poblaciones de mayor importancia. En el caso de las localidades de la parte baja de la Sierra, cercanas a Arcos, «la mayoría de las compras se hacen en Jerez», asegura Luis Garrido.
La falta de negocios es justificada por Rafael Sánchez, panadero de Algar, que asegura que «los empresarios lo pasamos bastante mal porque las ventas van en declive, año tras año». No obstante, asegura que «a pesar de las dificultades para abrir negocios, en el pueblo lo que no faltan son bares, tenemos más de una veintena y todos ellos viven de lo que venden».
Por último, a pesar de que el pueblo percibe este déficit de tiendas, esperan que sea algo pasajero. De hecho, Domingo Sánchez recuerda que «en otro tiempo este pueblo vivió épocas mejores, llegando incluso a casi 7.000 habitantes, frente a los 2.000 actuales». Los vecinos esperan que las nuevas iniciativas industriales y turísticas revitalicen una «débil economía de subsistencia», apunta José Reynaldo.