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Diagnóstico

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o peor de la actual situación por la que atraviesa el Cádiz no es, a mi juicio, que padezca una grave enfermedad, sino que aún no han acertado con el diagnóstico de sus dolencias. Ésta es la razón por la que resulta imposible aplicarle el tratamiento adecuado. Todos hemos escuchado cómo desde el comienzo de la temporada, tanto los futbolistas como el entrenador repetían hasta la saciedad -durante la semana que seguía a cada derrota- que, con el trabajo en los entrenamientos vendrían los triunfos. Los hechos nos han demostrado que, a pesar del indudable esfuerzo, el equipo ha seguido la cuesta abajo aumentando, incluso, la velocidad del descenso. Varios críticos e, incluso, los miembros de la directiva llegaron a la conclusión de que cambiando de entrenador, se solucionarían los problemas, pero hemos podido comprobar cómo el equipo sigue sin funcionar. Es cierto que Calderón no ha tenido tiempo para enderezar la marcha, pero mucho me temo que tropiece con serias dificultades, si se ve obligado a rehacer la cesta, manteniendo los mismos mimbres. Seguir repitiendo que todo se solucionará con más trabajo equivale a decir que, hasta ahora, no han trabajado lo suficiente. Por otro lado, todos han declarado que esfuerzo nunca ha faltado. Más que necesario, es urgente que los responsables -si es que aún quedan algunos- se pregunten qué es lo que está fallando, dónde está ese boquete por el que se escapa tanto trabajo . Mientras no respondan de manera atinada a esta pregunta, el equipo seguirá a la deriva con el riesgo de que se vaya a pique su patrimonio más importante: una afición que, frustrada una vez más, se siente engañada. Dense prisa, por favor, porque, a partir de ahora, la falta de tiempo será otro enemigo más. A lo mejor llegan a la conclusión de que, por estar algo gastadas, es necesario cambiar más de una pieza. Descubran dónde tienen que empujar, antes de empezar a empujar.