Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
TRIBUNA

Los polos, Al Gore y un posible cambio en el clima (y II)

Hoy en día conocemos que existen tres mecanismos fundamentales que se desarrollan en las zonas polares que pueden estar variando y cuya evolución negativa puede afectar al clima global.

MANUEL CATALÁN PÉREZ DE URQUIOLA.
Actualizado:

El primero sería la variación de la actualmente alta reflectividad a la radiación solar de las regiones polares por una posible fusión parcial de la banquisa y los hielos continentales, otro serían los cambios inducidos en las corrientes marinas, debido a la variación observada en los hielos de la banquisa y glaciares especialmente en el Antártico y que, junto al aumento de las aportaciones fluviales en las regiones polares del Ártico, pueden inducir cambios en las corrientes oceánicas, el tercero sería, finalmente, la variación de la emisión de gases de invernadero en la tundra ártica, al variar la vegetación que la cubre, en un posible cambio en su clima que extienda los bosques de la taiga hacia el norte en lo que hoy son las heladas y vastas extensiones de la tundra.

Como una conclusión final podemos considerar que el estudio del papel del hombre respecto a la naturaleza tiene muy diversas formas, incluyendo el considerar al hombre como una especie más componente del sistema, donde deja sentir su influencia. Lo anterior, nos sitúa ante una situación altamente preocupante, con respuestas que muchas veces pueden resultar contradictorias, y sobre las que quizás conviene hacer algunas consideraciones de índole práctico.

Si la actividad antropogénica puede estar induciendo un cambio en el clima de extensión y consecuencias medio ambientales imprevisibles, parece justificado el adoptar medidas que neutralicen o, al menos, limiten la extensión de esta situación.

Esta respuesta muchas veces se nos sugiere con acciones que podríamos considerar evidentes y quizás tan sencillas que pueden resultar simplistas, hay quien sostiene, si la causa es la producción energética, reduzcamos este factor y produzcamos masivamente energía de uso renovable que evite el desprendimiento de los nocivos gases de invernadero y la situación , por sí sola, se reconducirá.

Y lo anterior es correcto hasta un cierto límite que no olvide que la sociedad actual se encuentra globalizada, es fuertemente competitiva y en el planeta hemos superado los 6.500 millones de habitantes, muchos de ellos pobremente alimentados.

Quizás la situación más bien sugiere que las medidas de reducción o producción de energía deben pasar por cumplir algunos requisitos, más complejos, y plantearse de una forma más progresista, en el verdadero sentido de lo que es progreso científico y tecnológico.

En primer lugar hay que asegurar que necesitamos un suministro de energía suficiente y que esté en toda circunstancia garantizado, evitando la presión política y económica que los pocos países productores pueden ejercer a medio plazo sobre el resto.

Se debe garantizar el suministro en todas las circunstancias, evitando la dependencia excesiva en la producción de las condiciones meteorológicas o considerando cuidadosamente las superficies de cultivo necesarias para no limitar drásticamente espacios para la producción de alimentos, y otras especies agrícolas, necesarias para la alimentación o la industria y, finalmente, debe producirse a un precio no subvencionado, estable y competitivo, de forma que las naciones no pierdan su forma de vida o engendren intolerables bolsas de paro, al no poder competir industrial ni agrícolamente ante un precio prohibitivo e incierto del kilovatio.

Todo ello nos lleva a pensar que el cambio climático se debe y puede limitar sin rechazar a priori la utilización ponderada de todos los tipos de energía económicamente competitivos y seguros en su actual tecnología, que no produzcan gases de invernadero.

Sólo veinte mil años han transcurrido desde que, en sucesivas oleadas, los hielos polares de la última glaciación cubrieran gran parte de nuestro hábitat actual y, sobre estos grandes ciclos de evolución natural, se extiende hoy la preocupación añadida de encontrarnos ante un posible efecto rápido e intenso inducido por la actividad antropogénica siguiendo, curiosamente, las pautas más clásicas de la globalización.

Por todo ello quizás deberíamos estar de acuerdo en la necesidad del estudio, exclusivamente desde la ciencia y la técnica, de los procesos físicos y biológicos que se desarrollan y que resultan fundamentales para conocer la respuesta del sistema terrestre sobre el delicado equilibrio del singular sistema que rige la preocupante salud de nuestro único hábitat El Planeta Tierra contemplando ponderadamente las posibilidades técnicas que la evolución del conocimiento ha puesto a nuestra disposición.