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Un técnico de la CNMV dice que el Arzobispado de Valladolid encubrió a Gescartera

La Comisión Nacional del Mercado de Valores pisó los talones de Gescartera durante la segunda mitad de los años noventa, pero la agencia de valores logró zafarse de su vigilancia gracias a una tupida trama de engaños en la que contó «con la colaboración» de algunos clientes. Antonio Botella, el último supervisor de la sociedad, señaló ayer al Arzobispado de Valladolid como el más destacado de este grupo de inversores que aceptaron que se les asignase unos fondos menores a los que realmente habían aportado para mentir a la CNMV.

P. A.
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Botella era el responsable de evitar las prácticas anticompetitivas en el mercado cuando las luchas internas en la cúpula del organismo le llevaron en 1999 a hacerse cargo del expediente abierto a Gescartera. El técnico explicó al tribunal que enjuicia el escándalo financiero que lo que más le llamó la atención del informe de sus predecesores fue la «situación muy peculiar» detectada en el Arzobispado de Valladolid. La autoridad eclesial había recibido más de 6 millones de euros cuando en las cuentas de la agencia figuraba una inversión de apenas 180.000 euros.

«Hurgar»

El testigo explicó que, aunque tenía la misión de investigar a partir de lo descubierto por el equipo anterior, decidió «hurgar» para averiguar que había ocurrido. Propuso entonces a Bankinter, que operaba con Gescartera, la creación de un equipo mixto para esclarecer el asunto. La iniciativa se descartó por «complicaciones técnicas», ya que el banco adujo que estaba obligado por ley a proteger los datos de sus clientes.

Botella explicó a los magistrados que la «conformidad» de los clientes analizados ante las «irregulares» operaciones de la entidad resultó clave para que el organismo no interviniese la sociedad. «Ningún cliente se quejó», apostilló.