Ibarretxe en Madrid
Esta mañana, Rodríguez Zapatero recibirá a Ibarretxe en La Moncloa, a petición de éste y para expresarle su frontal negativa al que ya ha dado en llamarse Plan Ibarretxe II, una iniciativa soberanista e irregular, por completo ajena a las previsiones y a los procedimientos constitucionales, que se coronaría mediante un referéndum que debería celebrarse el 25 de octubre de 2008. El presidente del Gobierno ya manifestó al conocerse la propuesta del Ejecutivo vasco que «nada se va a hacer si no es con respeto a la Constitución, a las leyes y al Estado de Derecho». Rodríguez Zapatero señaló también el pasado día 7 de octubre que, con su iniciativa, Ibarretxe se equivoca «de país, de continente y de siglo» y sólo piensa en sus «necesidades electorales». Todo está ya, pues, dicho, y no parece que el choque de voluntades que se escenificará se dulcifique en esta ocasión toda vez que el PP está expectante y no transigiría con una respuesta poco firme o insuficientemente rotunda de Zapatero a la inquietante demanda del dirigente nacionalista de la comunidad vasca.
Actualizado: GuardarNo es fácil entender las verdaderas razones que han llevado al lehendakari a formular esta propuesta rupturista y radical, que por añadidura estaba en abierta contradicción con la voluntad mayoritaria de su partido, el PNV, encarnada por su líder dimisionario Josu Jon Imaz, y que con toda seguridad terminará en naufragio. Otra iniciativa soberanista, el Plan Ibarretxe I, aquella Propuesta de Estatuto Político para la Comunidad de Euskadi que se sacó de la manga el líder nacionalista tras el fracaso de Lizarra, ya fue rechazada con toda normalidad por el Congreso de los Diputados en febrero del 2005. Por añadidura, el lehendakari, que también pretendía coronar aquella primera reforma mediante una consulta plebiscitaria, siempre sostuvo que el referéndum tan sólo podría tener lugar «en ausencia de violencia», es decir, con ETA desactivada o desaparecida, requisito que ahora ha sido eliminado por el jefe del Gobierno vasco. Inexplicablemente, el argumento de que no era posible la igualdad de oportunidades políticas entre nacionalistas y no nacionalistas mientras ETA esgrimiese su colosal amenaza, ha sido sustituido por otro: ahora Ibarretxe afirma que no se puede permitir que ETA marque la agenda política.
Fuentes de La Moncloa afirman, probablemente con acierto, que esta iniciativa de Ibarretxe tiene claros objetivos electorales: el previsible rechazo de Madrid al Plan alimentará el victimismo del lehendakari, lo que podrá valerle de reclamo al PNV en las elecciones generales de marzo y asegurará la candidatura de Ibarretxe a las elecciones autonómicas de abril del 2009. No todo el PNV está sin embargo de acuerdo con estas tesis: en las pasadas elecciones autonómicas del 2005, el victimismo no resultó movilizador.
Sea como sea, lo cierto es que estas propuestas descabelladas del Gobierno vasco, tan radicales en el fondo aunque moderadas en las formas, resultan sumamente irritantes para la opinión pública española, que piensa, y con razón, que el desparpajo soberanista del lehendakari cuando de nuevo estamos todos bajo la amenaza exorbitante de ETA proporciona oxígeno a los terroristas.
Ello está siendo especialmente así en un caso concreto: la opinión pública Cataluña, que acaba de dar la batalla por conseguir resolver un déficit manifiesto de inversión pública en el Principado, está claramente escocida por el contraste entre este esfuerzo -que tiene un coste claro en términos de prestigio y popularidad- ya la facilidad con que el País Vasco renueva anualmente el cupo, que consolida una posición de claro privilegio por más que esté consagrada por la Constitución.