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ESPAÑA

Los acusados de intentar volar la Audiencia Nacional niegan su militancia 'yihadista'

Los islamistas de la célula nacida en la cárcel salmantina de Topas, el núcleo de la red acusada de tratar de volar la Audiencia Nacional con un camión bomba, negaron ayer haber planeado cualquier atentado en Madrid y tampoco admitieron su militancia yihadista. El juicio contra la organización desarticulada merced a la operación Nova arrancó ayer en la Audiencia Nacional salpicado de multitud de contratiempos por la falta de medios técnicos a disposición del tribunal.

MELCHOR SÁIZ-PARDO
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Las declaraciones de los primeros acusados permitieron descubrir la estrategia de defensa de los procesados: presentarse como simples delincuentes comunes, caídos en desgracia por sus relaciones con otros presos magrebíes en la cárcel. Y negar, sobre todo, cualquier vínculo con el emir del grupo, Abderraman Tahiri, más conocido como Mohamed Achraf, y con su organización terrorista, los Mártires para Marruecos.

La vista oral comenzó con el interrogatorio del argelino Mohamed Boukiri, para el que la Fiscalía reclama 27 años de cárcel porque le acusa de ser uno de los yihadistas que aceptó convertirse en un mártir conduciendo el camión-bomba.

Boukiri negó haber enviado once cartas a Achraf en las que pedía instrucciones para hacer la guerra santa. El procesado, que aseguró que no sabe ni siquiera escribir, explicó que nunca se relacionó en Topas con islamistas porque «tomo pastillas todo el día, soy un 'yonqui' y no conozco a nadie».

Falta de sonido y espacio

El juicio, el segundo más importante de España contra las redes terroristas yihadistas tras el celebrado por los atentados del 11-M, comenzó a duras penas, víctima de todo tipo de problemas.

El presidente del tribunal, Alfonso Guevara, tuvo que suspender en dos ocasiones la sesión para que los técnicos subsanaran los problemas de sonido de la sala, que impedían que los propios procesados escucharan las acusaciones contra ellos. El magistrado, ante la caótica situación, llegó incluso a amenazar con suspender la vista.

La acústica no fue el único despropósito. Veinte de los treinta encausados fueron hacinados en el interior de la celda de cristal blindado de no más de 15 metros cuadrados. En la minúscula sala de vistas, diseñada para no más de cinco o seis acusados, los otros diez imputados tuvieron que sentarse a escasos metros del tribunal, por lo que la policía prefirió mantener a varios de ellos esposados durante toda la sesión.