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La victoria de nuestro candidato
Gibraltar vivió el viernes el fin de la era de Joe Bossano, patriarca del socialismo 'off shore' El futuro de la cooperación promovida por los gobiernos del PSOE depende de las elecciones en España
Actualizado: GuardarLa gente transita entre La Línea de la Concepción y Gibraltar sin esperar en largas colas, las llamadas telefónicas entre las dos ciudades vecinas ya no provocan jaquecas tecnológicas y, en torno a este lugar que ha desatado tan sentidas pasiones sobre quién es soberano de sus tierras, sólo el entretenido episodio del barco cazatesoros Odissey ha estimulado en los últimos meses una disputa esta vez sobre la soberanía de las aguas.
«Es que las cosas han cambiado», decía una señora malagueña, residente de casi toda la vida en el Peñón, en el camino hacia el club social del barrio de Laguna.
Y luego añadía, en dialecto gibraltareño: «Por eso las elections son low key».
O sea, que la campaña electoral estaba siendo discreta.
Cuando avanzando la noche la furgoneta del GSD de Peter Caruana pasó de largo, con un altavoz proyectando una voz metálica -«Por la seguridad y la estabilidad»- contra las fachadas en albero y blanco del barrio popular al pie de la pared rocosa del Peñón, aquello pareció una versión gibraltareña de la llegada de los americanos a Villar del Rio en Bienvenido, Míster Marshall. Pero la furgoneta regresó y al cabo de un rato llegó también el Ministro Principal con sus candidatos.
Caruana cogió el micrófono y el altavoz extendió el griterío ante un grupo de una veintena de personas, en su mayoría mujeres y niños. Llegó Peter Serdaña con pancartas denunciando un supuesto maltrato, que está en los tribunales. Alguien, en un segundo piso de aquella esquina, se pegó al borde inferior de su ventana con un pequeño megáfono y, sin que se le viera el rostro, respondió a cada proclama partidista con la misma voz metálica: «¿Mentiroso!». Y un chico de menos de quince años, vestido con una camiseta del Barça, repetía insistentemente con voz de pito: «Caruana, sinvergüenza».
Esto es una campaña discreta a la gibraltareña y el abogado al que increpaban los niños, salido de las filas de los abogados, contables y comerciantes adinerados, se hizo cargo del Gobierno en un momento en el que hubiese sido arriesgado boicotear al líder de la ciudad y a sus seguidores en plena calle.
Partidarios de la verja
Caruana puso fin en 1996 al desafío del entonces Ministro Principal, Joe Bossano, un ex sindicalista que estimuló políticas de protección social y un nacionalismo enfrentado a España y también a Londres, mientras permitía un contrabando a plena luz del día a bordo de lanchas rápidas en las que golfos juveniles dejaban su carga, drogas o cigarrillos, en las playas vecinas del enemigo y cómplice español.
A Bossano, de 68 años, no le tocaba ese día hacer campaña por las calles sino dar una conferencia -con el coloquio posterior la cosa duró dos horas- en la sala abarrotada de hombres del Casino Calpe, un híbrido de club inglés de gentlemen y casona con patio andaluz. El conferenciante explicó su programa. Pronosticó un crecimiento agregado de la economía local del 50% en cuatro años y prometió, entre otras cosas y con el beneplácito de los asistentes, reducir el impuesto de sociedades al 8%, el de las rentas personales al 18% y aumentar las pensiones anuales en cerca de 25.000 euros. Además, por supuesto, de revisar el Acuerdo de Córdoba firmado hace un año por España, Gibraltar y Reino Unido.
Bossano quiere modificar su redacción sobre la soberanía, cambiar el diseño para el uso conjunto del aeropuerto por una cuestión enrevesada de pasillos subterráneos en la terminal, controles de pasaportes y soberanías. Y desvincularse del compromiso de Caruana de ofrecer a España en condiciones ventajosas un edificio para la creación de un Instituto Cervantes. Bossano dijo no tener nada contra la presencia del Cervantes; sólo quiere, o quería, «que el edificio se lo paguen ellos».
El Foro Tripartito, creado en Córdoba, decidió entre otras cosas construir un Instituto Cervantes en Gibraltar y llegó con un quiebro recurrente de la diplomacia española. Francisco Franco y su ministro, Fernando Castiella, celebraron como un éxito una declaración descolonizadora de la ONU que incitaba al diálogo hispanobritánico y recurrió como chocante instrumento de presión al cierre de la verja construida por los británicos.
El ministro Fernando Morán reemplazó el canon de la diplomacia a lo bestia por la ósmosis, el fomento del mestizaje de intereses transfronterizos.
El Gobierno de José María Aznar prefirió la alianza estratégica con los poderes anglosajones a las ósmosis comarcales. Eso y su gestión estoica del episodio del submarino nuclear Tireless hizo que el Gobierno de su amigo Tony Blair ofreciese un acuerdo de cosoberanía que fue primero aparcado por el propio Aznar, insatisfecho con algunos aspectos de la propuesta, y luego guillotinado por Caruana en un referéndum.
Colaboración
Miguel Ángel Moratinos introdujo el diálogo tripartito, que ha llevado a acuerdos de colaboración. Su resultado es un fomento general de relaciones. Aunque el uso conjunto del aeropuerto ha sufrido un revés en los últimos días, cuando los vuelos, con horario endemoniado, de GB Airways fueron cancelados y los de Iberia se han reducido al fin de semana para abastecer fundamentalmente a la clientela del lujoso complejo residencial en Sotogrande.
Pero los partidarios de Joe Bossano lloraron en la madrugada del viernes al recibir en el salón de recuento al patriarca derrotado del socialismo off shore. Era la última campaña de un político a quien nadie acusa de corrupción en una comarca sacudida ahora, a uno y otro lado de la verja, por asuntos de ladrillo y trampa. Caruana fue confirmado como Ministro Principal y el Foro Tripartito seguirá trabajando. Sobre el avance de la ósmosis pende ahora un interrogante: ¿Qué sucedería si el PP gana las elecciones? Tendría que decidir si menosprecia a los españolistas de Gibraltar en nombre de la soberanía española del Peñón.