DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Las verdades del barquero

Al PSOE le ha salido respondón uno de sus hijos. De nombre es Roque, y Valenzuela por papá. El alcalde de La Barca de la Florida debe ser uno de esos políticos románticos que aún perduran en nuestros pueblos y que se niegan a aceptar que los grandes partidos -tanto PSOE como PP- funcionan, desde hace mucho tiempo ya, como verdaderas multinacionales. La época de la filantropía y la defensa a ultranza de los ideales ha quedado sepultada bajo toneladas de poder y redes clientelares, y Valenzuela se ha dado de bruces en estos días con una realidad que ya venía mascando muy a su pesar en los últimos meses. El martes pasado, día del patrón San Dionisio en Jerez, el alcalde pedáneo fue llamado a consulta a una reunión en la que le esperaban el todopoderoso Francisco González Cabaña, su hombre de confianza en Jerez, Francisco Lebrero, y el fontanero del Gobierno local socialista, Casto Sánchez Mellado, representando al sector pilarista. Allí le comunicaron, como hacen las grandes compañías, que los criterios de oportunidad han cambiado y que la inversión en segregaciones ha caído muchos enteros en el mercado político local, especialmente desde que Pilar Sánchez accedió al sillón de la Alcaldía jerezana y, sobre todo, desde que se había conseguido el objetivo de la mayoría absoluta.

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El tiempo de las ínfulas independentistas ha quedado atrás y el 90% de apoyo de los barqueños a la aventura de la segregación debe permanecer ahora debidamente guardado en el cajón del olvido o en el congelador de estrategias del partido. «No es el momento de tirar piedras contra nuestro propio tejado, Roque», debieron decirle los enviados. ¿Cómo explicaría el PSOE que la Junta de Andalucía permitiese un bocado de esas características al mapa del término municipal jerezano ahora que, después de tantos intentos infructuosos, tiene en sus manos el tesoro que Pacheco guardó celosamente durante 24 largos años? Y después del antecedente de San José del Valle. Pero, claro, eran otros tiempos.

Valenzuela veía así como con el socorrido argumento de la disciplina de partido se le daba un sonoro portazo a más de cinco años de lucha segregacionista. La decisión ya está tomada y el tiempo que tarde el Consejo de Gobierno de la Junta en revestir de oficialidad el no a la independencia de La Barca es ya lo de menos, por mucho que se empeñen algunos.

Pero he aquí que el alcalde ha decidido ser fiel a sus convecinos y lejos de aceptar con resignación cristiana la bofetada, lejos de poner la otra mejilla, ha optado por contar las verdades del barquero, nunca mejor dicho. De hecho, a pesar de no tener aún la confirmación oficial -para qué la necesita con lo clarito que se lo han dicho a la cara- ha arremetido con fuerza contra su propio partido. Una frase pronunciada por Valenzuela esta semana en declaraciones a LA VOZ resume de forma lapidaria sus sensaciones: «Todos, incluido el PSOE, han utilizado nuestra causa». Probablemente, lo más correcto sería decir que la bandera de la independencia de La Barca ha sido usada y manoseada sobre todo por el PSOE.

Valenzuela lideró en aquellos años de cortijo pachequista la rebelión del Jerez Rural en contra del abandono del Ayuntamiento matriz, en busca de una mejora de los servicios y atenciones a unos ciudadanos que el propio Roque y otros socialistas pedáneos dijeron hasta la saciedad que eran tratados como si fueran de segunda. Aquel movimiento político y reivindicativo también generó su efecto electoral, cómo no, contribuyendo a dibujar el mapa político que tenemos ahora en nuestro Jerez del alma.

Y esa es la cuestión de fondo. Somos muchos los que estamos en contra de la independencia de La Barca o del cualquier otro movimiento segregacionista. Lo que necesita la pedanía es que le den el trato que lleva reclamando durante tantos años y que los 20 kilómetros que la separan de la calle Consistorio no parezcan el desierto de Gobi. El problema es que, mientras que en Jerez se ha conseguido el objetivo del poder, en La Barca todo sigue igual. Espero, Roque, que, por lo menos, le hayan dado las gracias por los servicios prestados. Aunque intuyo que ni eso.