Opinion

Pesadillas sin fin

El general Ricardo Sánchez no es el primero, ni será el último, alto militar norteamericano que denuncia los graves errores de la administración Bush en la intervención en Irak. "Pesadilla que no tiene visos de tener fin" o "negligencia e incompetencia de los planificadores del Consejo de Seguridad Nacional con una absoluta carencia de valor moral". Es un secreto a voces, con argumentos evidentes y ya explicitados, que la ambición política y otro tipo de intereses energéticos, laminaron cualquier objeción profesional que pudiera plantearse a una operación tan delicada e incierta como la invasión de un país como Irak.

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Asumir esta realidad no tiene nada que ver con la gastada perorata de antiamericanismo de la vieja Europa. Estados Unidos ha demostrado en numerosas ocasiones ser un aliado fiel y ha sacado muchas castañas del fuego a los europeos con el sacrificio de miles de vidas.

Si se quiere se puede matar al mensajero, pero eso no significa que la pesadilla de Irak tenga un buen final para todos. Ni mucho menos. A no ser que hubiera en ese Consejo de Seguridad Nacional, entonces dirigido por la actual secretaria de Estado, Condolezza Rice, una mente estratégica y lo que interesara de verdad es un conflicto permanente, como en Afganistán, para justificar la presencia de tropas que controlen los intereses energéticos y, además, provocar el enfrentamiento entre chiíes y sunníes en un momento en el que hay iniciativas para que los musulmanes superen sus graves y sangrientas divisiones históricas. Nuestra capacidad de sorpresa no tiene límite.

Lo que ocurre es que la pesadilla iraquí no permite dormir bien a los demás por el enorme grado de inestabilidad que proyecta en todos los sectores; por ejemplo, en la lucha contra el terrorismo islamista, la estabilidad de la economía internacional, los precios de los recursos energéticos, el sufrimiento de miles de personas, la amenaza nuclear iraní o un nuevo marco de desconfianza en las relaciones internacionales. Dos ejemplos: China no hace nada contra la represión de la dictadura en Birmania y Rusia incrementa sus desafíos militares a Washington que responde apoyando en Moscú a activistas de los derechos humanos. Putin negocia pensando en el relevo en la Casa Blanca, pero eso será el año que viene.