Mucha sigla y poca chicha
Tenemos, en nuestro «rubro», o submundo, doceañista, muchas «ces», como los cursos por correspondencia: Cadiz Ciudad Constitucional (CCC), Capitalidad Cultural Iberoamericana (CCI), Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI). Tenemos un Consorcio, otra ce, varias comisiones, una concejalía, diversos convenios, un anunciado comisariado municipal y tenemos, dios nos libre, la amenaza de la caspa, y hasta la del caos, si nos ponemos en lo peor. Nos falta confianza, consenso, credibilidad, y hasta otra cosa que también empieza por ce y no queda bonito de escribir... Pero no se trata de hacer un juego de palabras más o menos ingenioso, que sería una frivolidad, sino de examinar el estado de la cuestión del Bicentenario de La Pepa, mientras el tiempo corre y nada hace pensar que lo haga a favor.
Actualizado: Guardar Alguien creía que la Capitalidad Cultural Iberoamericana iba a suponer la llegada del hombre del saco de los billetes, o del calvo de la Lotería, por lo visto. La reciente nueva proclamación de Cádiz para tal título en 2012, la segunda por lo menos, y la consiguiente visita de los alcaldes de varias capitales del otro lado del mar, con la presencia estelar de Ruiz Gallardón, tanto por su controvertido perfil como por ser el primer edil de Madrid, ha sido un meritorio ejercicio de prestidigitación, o sea magia, a fin de cuentas: nada por aquí, nada por allá.
Lo cierto es que la mayor parte de lo que nos puede ofrecer la CCI, o sea la capitalidad cultural iberoamericana, por abreviar, es eso, parafernalia, y contra más mejor, porque de ella dependerá que se asocien patrocinadores a los que se pueda ofrecer a cambio una proyección publicitaria y mediática potente. Sin embargo, hay que ser realistas y considerar, por una parte, que los alcaldes pintan poco en el mundo político de la América hispana, según me dicen especialistas, y que a la reunión del otro día faltaron las grandes potencias del hemisferio, sobre todo México, Brasil, Colombia y Argentina, y que, por lo que me parece, tras la UCCI hay sobre todo una operación del Ayuntamiento de Madrid, de su alcalde o de su partido, no sé, para hacerse con un papel político internacional, como «puente» hacia Iberoamérica y para intentar encontrar relevancia y apoyos de cara a sus sueños olímpicos, aparte de que en su término viven cientos de miles de latinoamericanos. De ahí también su respaldo y su promesa de regalarnos un programa de actos para cuando llegue la fecha, que no deja de ser de agradecer. No es, digámoslo, una capitalidad cultural europea que e proclamada por toda una UE. Ni mucho menos.
Sigue pendiente, además, el consenso: a pesar de los gestos de María Teresa Fernández de la Vega, de la buena sintonía entre la vicepresidenta y la alcaldesa y también entre Teófila Martínez y la gerente del Consorcio, María Luisa García Juárez, la impresión es que cada uno va por su lado, en busca de protagonismo propio, y se teme que hasta se dupliquen las iniciativas, por ejemplo que cada cual dé becas por su lado. Me cuentan, por ejemplo, que ha habido celos y hasta alguna recriminación a la Universidad por parte del Ayuntamiento, tras haber firmado el convenio con el Consorcio, porque la creían «de los nuestros». Así nos va, y así nos irá.
Mientras el poderoso Gaspar Zarrías, presidente del Consorcio y consejero de la Junta, evidencia su compromiso con un discurso bien argumentado, aunque lo repita mucho, está por ver si su correspondencia con el capítulo de la pasta, de los posibles, será la necesaria, o la esperada. María Luisa García Juárez trabaja estos días en el Plan Estratégico y en las anualidades de los presupuestos, pero sin una sede en condiciones, sin un personal suficiente. Es pronto para ella, quizá, recién llegada, pero el tiempo corre, insisto, y queda mucho por hacer. Por ejemplo ¿qué prepara la SECC, la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales? ¿No se irán a hacer los longuis? ¿Y hay alguien en busca de mecenas?
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