CUADERNO DE NOTAS

En la colina de los chopos

Sin pensarlo apenas nos citamos en la Residencia de Estudiantes, en la Colina de los Chopos que Juan Ramón Jiménez habitó y sobre la que permanece su huella indeleble. Por ejemplo en el jardín de adelfas que plantó, y en el ambiente sereno y luminoso, como una burbuja en pleno centro de Madrid, alejada del tráfico y del ruido, como si conservara el ambiente de otro tiempo, de cuando entre los mismos edificios de ladrillo visto el poeta, su amigo Francisco Giner de los Ríos y tantos otros nombres claves de la Edad de Plata se reunían a soñar una nueva España y una nueva sentimentalidad. Busco sin querer cuál sería el árbol que miraba cuando escribió: «Aquel chopo de luz me lo decía, en Madrid, contra el aire turquesa del otoño: Termínate en ti mismo como yo». Y pienso que no deja de ser un momento para contar a los nietos, esta tarde, y este lugar, y esta compañía y esta conversación.

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Carmen me trae varios regalos, impagables, como una nueva edición de Platero y yo, otra antología, un descatalogado libro de aforismos, Ideología, y un tomito pequeño y difícil de encontrar, Olvido de Granada, donde se incluye un buscado texto, Trascádiz, en el que JRJ ofrece una imagen desolada de la ciudad y recuerda que Giner estuvo preso en el castillo de Santa Catalina. Pese a la imagen penosa y amarga, pervive el amor que desde niño sintió por Cádiz, heredado de los recuerdos maternos, primero, y de sus años de colegial en los jesuitas de El Puerto, así como de posteriores visitas, sus escalas cuando viajaba en barco. Escribe: «En el botón de oro de mi puño, Cádiz, un poquito más pequeña que es, se refleja toda, tacita de oro, ahora. Está en mi orito redondo como en su mundo, con su torre Tavira, con su mar y su cielo completos por el círculo. Todos sus colorines, esos verdes sulfato de cobre con cal, esos rosas de jeranio, esos azules marinos, esos blancos traslúcidos, al recojerse en lo diminuto, parecen facetillas de una breve ciudad de diamante enquistada por mano fililí en mi botón, que el oro del metal magnifica como en una caída de tarde espiritual, nítida y gloriosa. -Ahora yo hago la noche con mi manga. Cádiz no existe-».

Y es que, aunque no sea cosa de gaditanizar a JRJ, resulta interesante y valioso saber que compartió alguna vez este espacio, este lugar, y escribió su mirada sobre la tierra que pisamos. Es una riqueza, intangible pero deslumbrante, a la que aquí nos permitimos el lujo de renunciar con demasiada frecuencia.