Opinion

El rey en Cataluña

La encuesta sobre la Institución Monárquica que el pasado jueves publicó El Periódico de Catalunya resulta iluminadora para entender la situación suscitada por cierto rechazo explícito a la figura del Rey, que sin embargo ha de anotarse más en el capítulo del problema de inestabilidad derivado de la reforma territorial que en el de alguna hipotética crisis de la Monarquía, que no aparece por parte alguna.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En síntesis, los episodios de la quema de efigies quedan perfectamente delimitados en la opinión pública: el 81% de los encuestados desaprueba tales manifestaciones y sólo el 8,5% está a favor. Y entre los votantes del Esquerra Republicana, quienes ven con buenos ojos tales expansiones ni siquiera llegan al 20%. Sin embargo, cerca del 60% de esos mismos catalanes que rechazan tan masivamente los ataques a la Corona piensan que no deben ser castigados penalmente pues han de enmarcarse en los márgenes de la libertad de expresión. Otros actores mediáticos acaban de expresar el mismo deseo.Las adhesiones a la monarquía en Cataluña ni son sin embargo tan vehementes como parecería por estas cifras pero sí suficientes para que pueda hablarse de un arraigo notable y estabilizado: más de cuatro de cada 10 encuestados tienen buena opinión de la Corona; un porcentaje semejante manifiesta que su visión no es buena ni mala, y cerca del 20% no tiene buen concepto de la monarquía. Pese a esta inclinación favorable, casi el 40% se manifiestan republicanos frente a poco más del 25% que se confiesan monárquicos. En general, la derecha es más monárquica que la izquierda. Y quienes menos aprecian las virtudes monárquicas son los hombres, los jóvenes de 18 a 29 años, los que tienen un nivel de estudios medio y los vecinos de Barcelona.

Estos datos son en líneas generales satisfactorios y no reflejan un rechazo peligroso a la institución monárquica, a la que se reconoce un papel positivo. De donde se desprende que la forma de Estado no está en cuestión. Con un corolario obvio: los ataques a la Corona, tan ruidosos como minoritarios, no representan en líneas generales un intento de cambiar monarquía por república sino que son la expresión de una discrepancia con el modelo de organización del Estado. Son en fin los independentistas autocalificados de izquierdas los que rechazan un régimen considerado burgués y unitarista. El Rey es el símbolo de lo que estas minorías rechazan, y no el objeto del rechazo. En definitiva, y en circunstancias normales como las presentes, no es difícil presagiar que esta campaña independentista contra la Corona, que ha tenido el contrapunto insidioso de la extrema derecha clerical, incidirá en una mayor profesionalización de los cometidos regios, al tiempo que objetivará el papel de la Corona, que aunque con su halo esotérico, desempeña tareas estabilizadoras evidentes, y por ello mismo sujetas a la misma controversia que puedan suscitar todos los demás extremos constitucionales.