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VUELTA DE HOJA

La fiesta en paz

Nos ha dado la ventolera de agitar símbolos, que es el mejor modo de impedir que vayan a su aire. Se temía lo peor, que es una forma muy española de prever el futuro, pero lo peor sucede de tarde en tarde: lo habitual es que ocurra lo menos malo. Lo más preocupante es nuestra preocupación. Eso de seguir viendo el porvenir, que es siempre un por traer, bajo una mirada sombría. ¿Qué demonios machacados será el nitrometano diluido? Acaban de robarlo de una planta química de Lorette, en Francia, cuatro etarras. Dos hombres del nuevo frente juvenil y dos mujeres de la sección femenina. Ya veremos en qué lo emplean. Lo que sea sonará. Por lo demás, todo sigue como en la víspera de la Fiesta Nacional y el Gobierno confirma que la ley de Memoria afecta a cientos de iglesias. Hace falta ser torpes para dividir a la ciudadanía entre fachas y fachadistas. Al parecer, según quienes les han contado, hay unos 500 templos que lucen símbolos vetados por la ley. Para borrarlos van a hacer falta no sólo una de cal, sino muchas, y alguna que otra de arena.

MANUEL ALCÁNTARA
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El peligro es que puede caer más gente si se revisa la utilización de El Valle de los Caídos. Retirar las referencias al pasado histórico no equivale a que ese pasado no haya existido. Intentó Unamuno convencerlos de que es tan necesario tener buena memoria como buen olvido, pero entre nosotros es algo pronto para gozar la amnesia. La memoria histórica sigue siendo, para algunos, una «ciega abeja de amargura». No hemos sabido hacer con ella ni blanco lino, ni dulce miel.

¿Qué hacemos con el pasado? Todo parece indicar que vamos a dejarlo en manos de las distintas administraciones autonómicas, los Ayuntamientos y las Diputaciones. La revolución de las placas puede ser muy vistosa. Quizá sea ella la verdadera y cíclica Fiesta Nacional.