Opinion

Amor patrio

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A GLORIETA Soy una envidiosa. Ese veneno que quiebra voluntades se me ha metido en el cuerpo por culpa de mi última experiencia en tierras riojanas. Desde un pequeño pueblo, de nombre de difícil recuerdo, escribo estas líneas después de haber participado en una jornada de vendimia, con tijeras en ristre y más voluntad que maña. Y esa envidia sana me la produce el amor a la tierra que observo en la gente que me rodea y que le profesa a su pequeño terruño, sin necesidad de sacar banderas a pasear. Cuando la búsqueda de un futuro laboral te lleva a abandonar tu cuna, ya de por sí alejada del lugar donde se hunden tus raíces, sí, aquellas que miran hacia los Picos de Europa, anhelas participar de esa comunión íntima con la tierra que sientes. Y es curioso que esté viviendo esta experiencia en una jornada en la que los políticos se han empeñado en rivalizar en quién tiene más amor patrio. En Badarán, ese amor del que pretenden hablar los dueños de los escaños se huele en las calles, donde se asan pimientos siguiendo una tradición; se siente en los espinazos que se doblan para recoger la uva y se atrapa en la telaraña de conversaciones cruzadas que se tejen en una mesa familiar. No hace falta que luzcan en sus solapas el escudo de la comunidad riojana, la familia Morga Manzanares como muchas que mañana se levantarán temprano para proseguir con la vendimia o volverán a faenar aunque el luto les ahogue cuando se acerquen a Larache, no hacen proselitismo patriótico como otros pretenden, simplemente beben a diario de sus orígenes y nunca rechazan un nuevo trago más.