LA PARTIDA. Por las tardes, las fichas del dominó son imprescindible entre los mayores.
Jerez

Encuentros con la tercera edad

El centro del mayor de la zona sur se ha convertido, en apenas seis meses de vida, en todo un referente para los jubilados del distrito

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De las nueve de la mañana a las ocho de la tarde no para la actividad en el Centro del Mayor. Se trata de una de las zonas más necesitadas de la ciudad como es la de San Telmo, Cerrufruto, La Constitución, Vallesequillo y barriadas limítrofes. El reclamo para que los más mayores acudan son las muchas actividades que el grupo de profesionales, comandados por José Manuel Jiménez, delegado de Bienestar Social y del Mayor, programan infatigablemente desde que en febrero pasado se pusiera en acción este núcleo social.

Gimnasia, chikung, baile de salón, educación para adultos y patch work son algunas de las muchas ofertas que existen en este centro de ocio y entretenimiento de los mayores. La verdad es que parece que están encantados si se curiosea un poco por los pasillos. Una señora ha salido un momento de la clase de baile y se dirige a la puerta de la calle. «Tengo el mono, así que me voy a fumar un cigarrillo», comenta en voz alta mientras pone cara de mala, malona. La actividad es incesante, y, al parecer, todavía la maquinaria no está a pleno rendimiento, pues son muchos los proyectos que están en fase de maduración.

Fundamentalmente, la mayor actividad está en la estupenda cafetería que hay para el disfrute de ellos. Allí está Rafael que, según comentan los usuarios, es una bellísima persona. A tenor de los precios, aquello es un chollo. Un desayuno sale por un euro, en el que se incluye una tostada tan grande que se derrama del plato donde la sirven. Más allá hay cuatro hombres que juegan al dominó. Educadamente, sin echar faroles y sin que el salón tenga apariencia de peña. Ya se sabe lo que trae siempre el dominó: polémica barata. Pero la educación está ante todo.

Antonio y Francisco Romero son hermanos. Jubilados y con buen aspecto. Parece que los años han pasado de una forma serena a tenor de sus rostros aterciopelados. Están encantados con el centro y destacan «las excursiones, que es lo más lúdico e interesante», comentan. De lo del baile que cada sábado se organiza para mover un poco el esqueleto no quieren saber nada. Con ellos está sentado Rafael, que solicita «un podólogo que nos atienda. Ya se sabe que con los años los pies necesitan un repaso de chapa y pintura», bromea. Por cierto, que ha escuchado que se está preparando algo para ir a Estepa en la antesala de la Navidad. Polvorones y demás.

Más allá están cuatro amigas sentadas alrededor de una mesa. Sólo toman unos vasos de agua. Inmediatamente entran en acción. Se sienten muy gusto por las tardes, cuando dejan sus obligaciones con los nietos y llega la hora de ir al Centro del Mayor. «Somos las cuatro viudas, así que fíjate qué panorama», desliza una de ellas. Un tanto liberadas, afirman tajantemente que «no venimos a buscar un novio; bastante tuvimos con los maridos», ríe una de ellas. Las compañeras miran cómplices. Ellas se entienden.

«Me quedo con las excursiones que hacemos. Toda la vida hemos estado metidas en el barrio como tontas y ahora, con la vejez, hemos visto más mundo del que pensábamos que existía», comenta María. Siguen entendiéndose entre ellas a tenor de las miradas que se echan. Miradas indescifrables que hablan por sí solas. Y siguen con sus chascarrillos. No quieren novios y prefieren un autobús a la puerta con dirección a cualquier parte del mapa.

El centro, coordinado por Yolanda Monje, no ha hecho más que comenzar su singladura. Y ya tiene más vida que un brocal de agua. Agua y sabia añeja. Ellos sí que merecen una vida feliz después de habernos dejado, al menos, el intento de una existencia más llevadera.