Fuente Ymbro y Juan Bautista siguen subiendo enteros
Corrida variadísima de conducta, fondo y escaparate con dos buenos toros en Zaragoza
Actualizado:La corrida de Fuente Ymbro fue amplio, generoso muestrario. De ganadería larga. Se batieron los seis toros . Uno salió más manso que bravo: el segundo. Pero cumplió en el caballo. Basto, áspero, brusco. Ensillado, cortito de manos, de inmensa caja. Casi 600 kilos. Apretó, se frenó, escarbó, topó. buscó para morir las tablas. Y fue el único garbanzo negro de toda la bolsa. Lo despachó sin complicarse la vida Salvador Vega. No fue renuncia. Es que no había nada que rascar-
Surtido de sabores variados fue la corrida. Dos toros de más que notable aire: un cuarto arremangado y astifino pero no demasiado ofensivo, pero con 592 kilos a cuestas. Toro para Juan Bautista, airoso en los lances de saludo, y para una faena que, sin redondear ni terminar de calar del todo, iba a ser con mucha diferencia la de mejor composición y más asiento de toda la tarde. Faena llamativa, entre otras cosas, por su buen orden. Templado el torero de Arles, despacioso, armonioso, siempre bien colocado, dueño del terreno y de los viajes del toro. Firme en los momentos en que hubo que gobernar. De verdad acoplado. Medida pureza, ligazón cabal. Sin gestos de más. Con sutiles variaciones en los remates: trincherillas, recortes a pies juntos, los de pecho, molinetes. Por la mano izquierda se rebotó el toro. No fue completa la dicha. Una estocada de gran ejecución pero tendida.
Notable, además, un quinto toro absolutamente monumental. Colorado o jabonero. La tablilla le dio 659 kilos. Pero no paró de moverse. Muy finas las mazorcas y las puntas. Pero tampoco era toro especialmente ofensivo. Segundo de lote de Salvador Vega. Grandes propósitos: el toro a la distancia desde el arranque de faena, el rumbo desigual de tres tandas descaradas. Menores los logros: exceso de velocidad, toreo en línea y sobre la inercia, irregular el temple, poco convencimiento. Como si a mitad de faena se le hubiera acabado el gas. Al torero, no al toro, que abrió la boca pero no cejó.
Excelente estocada
Los que de verdad imponían de cara salieron al principio: primero y tercero. El toro que rompió plaza fue de porte soberbio: fino de cañas, un punto zancudo, enmorrilladito, castaño lombardo, armado por delante, con los cinco años cumplidos, ni un gramo de grasa. Tal la presencia que se subrayó la salida con una ovación. Por el trapío. Juan Bautista salió por él enseguida y lo recibió con una gavilla de lances mixtos: a la verónica, lances de costado, una revolera. Tuvo mérito salir con tanta seguridad. Esa seguridad vino a retratar al torero. Sobresaliente su facilidad. Aparente sencillez de torero bien decantado. Tranquilo, valeroso, callado, seguro y rítmico. Suave trato del toro. Y una estocada excelente. Fría la gente. No es fácil el público de Zaragoza para un torero francés. Aquí sigue habiendo Pirineos. Taurinamente. Estuvo la gente por el toro, cuyos elásticos galopes del comienzo se quedaron en sólo un apunte. Poco empuje en el caballo, poquito fondo en la muleta, falta de codicia. Se acabó rebrincando, echando la cara arriba. Con nobleza.
Tanto o más que el galán que abrió el baile impuso el tercero: bajo de agujas, acodado pero abierto y amplio de cuerna, algo bizco, engatillado, dos leznas, cinqueño, negro, afiladísimo. Todo el trapío que admitía su talla. Fueron los dos únicos toros que se plantaron en los 530 kilos. No hizo falta más. Ese tercero se quedó algo dentro siempre, una gota de fiereza seguramente. O de temperamento. Revoltoso y mirón, escarbó bastante, parecía tomar con franqueza los engaños, pero ni descolgó ni rompió. Fue bravo en el caballo. Costó estar con él. Uno de esos toros que a final de temporada pesan el doble que al principio. El peso moral, se entiende. En turno tan difícil, Tejela estuvo entregado y sereno. No desbordado. Sino buscando someter, porque el toro repitió revolucionado en la primera tanda por abajo. Una embestida por tramos, muy difícil. Cansaba el toro. La lucha fue emocionante. Tensión constante. Tablas.
600 kilos dio el sexto, buque algo destartalado, altísimo de cruz, que se movió de partida sin galopar ni emplearse del todo y que quiso en la muleta sólo un ratito. En cuanto se enteró, que fue a los diez muletazos, se indispuso. Un vuelco de teatro: repuso, se orientó, se revolvió en un palmo, se quedó taimadamente en dos bazas. Otra vez entregado Tejela, pero nadando contra corriente.