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EL TENDEDERO

Nosotras las personas

Muchas veces hablo con compañeros columnistas, también con compañeras y amigas que trabajan en este y otros medios de comunicación a cerca de lo adecuado de usar un lenguaje no sexista en nuestras columnas y artículos. Por lo general suele estar bastante extendida entre la clase periodística la idea de que un lenguaje no discriminatorio haría muy farragosa la lectura, poco ágil y artificial. Lo cierto es que lo que no se nombra sencillamente no aparece y por lo tanto no es, no existe. Las mujeres hemos crecido oyendo cómo nos nombran casi constantemente en masculino y ya ni siquiera nos choca. Un ejemplo absolutamente rayante de lo que digo lo viví hace pocos días en un encuentro con profesionales de la salud; en concreto una ginecóloga hizo una exposición sobre un tratamiento novedoso en la menopausia: toda su exposición la hizo hablando de sus pacientes en masculino. Cuando terminó le dije que me había encantado el fondo de su ponencia, pero que no entendía porqué siempre hablaba en masculino cuando estaba claro que todas sus pacientes -con trastornos en la menopausia- eran mujeres. Bien, hasta ese momento mi colega no había caído en ese «pequeño» detalle. Así una y otra vez, lo masculino se toma como genérico y las mujeres pasamos a ser unas «desaparecidas» sacrificadas en aras de una supuesta economía lingüística.

ANTONIA ASENCIO
Actualizado:

Una de las manifestaciones más notables de la desigualdad entre hombres y mujeres que aún permanece arraigada en nuestra sociedad es la ocultación de las mujeres de forma sistemática en el lenguaje. Es precisamente a través del lenguaje la forma en la que trasmitimos el pensamiento, la ideología. «No nos gobiernan con ejércitos ni policías, sino por medio de las ideas». De forma que crecemos llenos de ideas que pensamos son nuestras; pero que verdaderamente son implantadas. Una de esas falsas verdades es considerar lo masculino como «genérico» y pensar que el lenguaje no sexista es poco ágil y nada literario.