La Iglesia argentina acoge con tibieza la cadena perpetua a un cura por genocidio
«Hijo, la vida de los hombres que están aquí depende de la voluntad de Dios y de la colaboración que puedas ofrecer. Si quieres seguir viviendo, ya sabes lo que tienes que hacer», les decía a los detenidos el cura argentino Christian von Wernich, condenado ayer a cadena perpetua por genocidio durante la dictadura militar (1976-83). La cúpula de la Iglesia dijo estar «conmocionada» por la sentencia, pero por ahora no le impedirá ejercer su ministerio. La cita del comienzo, extraída de entre más de sesenta testimonios presentados en el juicio, revela el papel que cumplió este sacerdote, capellán de la temible policía de la provincia de Buenos Aires, durante aquellos años de plomo en que el régimen militar hizo desaparecer a 30.000 personas, según organismos humanitarios.
Actualizado:Con el característico alzacuellos -al que se aferró incluso en el banquillo, cuando portaba también esposas y chaleco antibalas-,Von Wernich recorría centros clandestinos de detención y apuntalaba la brutal faena de los represores, alentando a los prisioneros a soltar información para evitar la tortura.
Tras un juicio de tres meses, el cura fue sentenciado ayer por el Tribunal Oral Federal de La Plata como «coautor» de siete homicidios y 31 casos de tortura, y como «partícipe necesario» en 42 privaciones ilegales de la libertad. El presidente de la corte, Carlos Rozanski, remarcó que los crímenes del religioso fueron «delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que tuvo lugar entre 1976 y 1983».
Supervivientes, familiares de víctimas y representantes de organismos de derechos humanos saltaron de sus asientos y lanzaron exclamaciones de júbilo. Tras treinta años de impunidad, este cura de 69 años, emblema del compromiso de un amplio sector de la Iglesia católica argentina con el régimen, deberá pagar su culpa. Nunca antes un religioso en América Latina había sido condenado por genocidio. El presidente, Néstor Kirchner, consideró que fue un dictamen «ejemplar».
El caso más contundente en su contra fue el homicidio de siete miembros del grupo izquierdista Montoneros. Según diversos testimonios, los represores contactaron con las familias y les pidieron dinero a cambio de sacar a los detenidos del país. Von Wernich fue el mediador y recaudador. Pero las víctimas fueron asesinadas ante la presencia del capellán, que previamente consolaba la conciencia de los asesinos.
Nacida en una celda
Mercedes Molina contó al tribunal que ella nació en el Departamento de Investigaciones de la Policía Provincial durante el cautiverio de su madre, Liliana Galarza, y que fue bautizada por Von Wernich, tal como admitió él mismo. Pero el hombre jamás reveló cuál fue el destino de su madre, todavía desaparecida. La Conferencia Episcopal Argentina, máxima autoridad de la Iglesia local, emitió un tibio comunicado manifestándose «conmovida» por la participación del cura en delitos gravísimos, a la vez que exhortó a los argentinos a alejarse «del odio y el rencor».