Desolación
Actualizado: Guardarl contenido de la última rueda de prensa de Baldasano ha tenido la consecuencia de relativizar el mal juego del Cádiz, su lamentable derrota ante el Eibar y las desafortunadas explicaciones de García Remón. Los hechos que ha denunciado el ya expresidente y que han determinado su renuncia, plantean, a mi juicio, uno de los problemas más graves de los que el Cádiz ha afrontado en su dilatada y complicada historia. No me refiero sólo a la quiebra técnica, ni a ese agujero que amenaza con tirar por tierra todo el edificio, sino a los presuntos engaños perpetrados por los dos contendientes, no sólo a los vendedores y a los compradores del club, sino también a los futbolistas, a los empleados, a los accionistas, a los abonados, a los aficionados y, en general, a todos los ciudadanos que disfrutan o sufren con los colores amarillos. Ya sabemos que el fútbol actual es un deporte, un espectáculo y un negocio, pero, además es un soporte de identificación colectiva, y el Cádiz, además de un equipo de fútbol, es un lugar de encuentro, un lazo de unión y un espejo en el que muchos de los ciudadanos reflejan sus ganas de triunfar. Si es cierto que los empresarios tienen el derecho y la obligación de velar por su economía y, en la medida de lo posible, aumentar sus beneficios, también es verdad que han de tener en cuenta los sentimientos y las ilusiones de esa masa social que confiere sentido y valor a sus negocios. Lo decimos de una manera más clara: no es cierto que -ni siquiera por razones económicas- los únicos dueños del Cádiz sean los accionistas mayoritarios. Un equipo de fútbol -igual que ocurre con otras instituciones sociales, políticas y religiosas- es un patrimonio que, acumulado a lo largo de su historia, pertenece, sobre todo, a los que sienten esos colores y disfrutan con sus triunfos o sufren con sus derrotas. Por eso, en estos momentos, nos sentimos desolados mucho más que por la desastrosa marcha deportiva, por el cúmulo de deplorables desatinos que están cometiendo sus máximos rectores.