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Toros

Dos notables toros se arrastran

Fueron los dos primeros de corrida Uno, para Uceda Leal, templado pero severo

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Galoparon los dos primeros toros de la corrida de Ibán. Fueron de triunfo. Bien pero desigualmente armado el segundo. Muy hermoso. Chato el primero, negro listón. Los dos remataron de salida. El segundo, además, hizo salida de bravo a la clásica manera. Los dos cumplieron en el caballo con estilo. Uceda Leal, que había salido a quitar en son mayor, hubo de desistir por eso. Aviso de lo que iba a pasar después. Amago de irse en banderillas, aviso de rajarse después de dos tandas y, al cabo, una original rajada, porque se salía suelto y se iba si no se le reclamaba mucho, pero tomó la muleta con docilidad. Todo en tablas. Caprichoso, pastueño y bondadoso. Y mugidor. Y muy noble.

Más completo por todo el segundo, que escarbó una vez, y fue el único de la corrida que lo hizo. Y sólo esa vez. Pero en banderillas estaba cantado el aire del toro: su brioso temple. Y antes de banderillas: Morenito de Aranda le hizo muy despacito un quite de dos verónicas y media de airoso dibujo. Con la capa Curro Díaz se limitó a lidiar. Con facilidad. Humillaba el toro, y obedecía. Suavemente. El resto de la corrida de Ibán salió de otra manera. Se jugaron tres toros con los cinco años recién cumplidos. Ni esos. Y quedó una duda: el tercero se había tronchado el cuerno derecho en el momento de ser enchiquerado. Lo perdería justamente antes de saltar al ruedo ya mutilado. Y, sin embargo, el aire de ese toro que acabó en el limbo, el mero aire, fue extraordinario.

Uceda abusó de los muletazos de horma con el primero. Repitió el toro por abajo y con alegría. Entonces se estiró Uceda. Tres templadas tandas con la izquierda, más solemnes que naturales. La tercera, muy despatarrado Uceda. Tandas de cuatro no siempre ligados y dos de broche por sistema: el cambiado o de pecho y un recorte a pies juntos o una trinchera de salida.

Todo eso pasó entre rayas y en un solo terreno. Los cambiados de remate, dibujando y marcando el viaje, tuvieron sello caro. Cuando Uceda se cambió de mano, empezaron a sucederse las salidas perdidas del toro. Uceda no probó ni a cambiar de terreno ni a salirse a los medios. Estaba cómodo donde estaba. Donde más dejaba el toro. Dos casi circulares en la media altura ligados con otros tantos cambiados por alto. De seguro ritmo. El toro no llegaba al tercero. Se iba. A toro rajado, la faena perdió fuerza. Con el toro pegado a las tablas, Uceda atacó con la espada. Un exceso de seguridad. Media de poca muerte. Un aviso. Un descabello. No hubo ni petición. Uceda, decidió tomarse la justicia por su mano: vuelta al ruedo.

También el toro de la corrida, el segundo, se arrastró con las orejas puestas. Los mulilleros se amotinaron para provocar al palco. Una burla manifiesta. Dos veces arrearon al tiro de arrastre sin estar atado el toro. Fingieron que los caballos se espantaban o protestaban. Ni eso sirvió. Inflexible el palco, que castigó a Curro Díaz. Curro anduvo encajadito con el toro. Lo acarició bien en una primera tanda con la diestra. Luego, hubo dos más de aparente desmayo, ligadas sin soltar el toro, sino tan sólo tapándolo, tocándolo. Despegado el embroque, algo ligero por tanto. Y el buen gusto de Curro para componer juncal la figura. Con la mano izquierda llegó después la cumbre del trabajo: tres muletazos espléndidos. Tirando del toro, no esperándolo, y llevándolo. Al hilo del pitón luego, muletazos ya uno a uno. Un emboque de trinchera resuelto con una salida por alto. Toreando por fuera Curro cuando más propicio estaba el toro. Una estocada. Muerte de bravo del toro.

Toro tronchado

Devuelto el toro tronchado, salió un sobrero de fea traza, playero, de anchísimas mazorcas. Roto en una primera vara, claudicante, flojote. Noble, pero punteaba por falta de motor. Y no empujó. Muy incómoda la envergadura. Pero no le perdió la cara Morenito de Aranda. Breve trasteo. Suficiente. El cuarto, retinto, calcetero y lucero, no estaba en el tipo de la ganadería. Muy cabezón, culata bestial. Raro. Se rebrincó. Fue bondadoso. Enganchado por el mismo hocico, se dejó. Nada más. Una faena de Uceda por entregas repetidas. Y una estocada impecable por el hoyo de las agujas.

El quinto, de buen cuajo, después de rematar, romaneó de bravo en el caballo. Buen galope en banderillas. Y ahí se acabó. Rebrincada embestida a golpes. No se acopló Curro Díaz, porque el toro no se le venía. Morenito le pegó al toro de la jota dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y cuatro lances, y una revolera. Como quedaba toro después de dos varas, Uceda quitó por chicuelinas. Y luego se acabó el toro. Bondadoso pero apagado, sin fuerza, rebrincado también. Hasta que se paró. Morenito se metió entre pitones. Estaba ajena la gente. No asustaba el toro.