COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

¿Quién ha hecho?

Dice Savater en su último libro que el peor ciudadano es aquel que se declara apolítico en virtud de una supuesta docilidad que sólo beneficia al poder, porque deja en sus manos la total libertad de movimientos. Como en Roma, donde la condición de ciudadanos implicaba derechos, muchos, pero donde las decisiones políticas quedaban reservadas para unos cuantos. Ciudadanos a la romana, los llama Savater, los que tienen pan y circo, los que se conforman con las migajas que les echan, los que no se inmutan por nada y por nadie. La educación para la ciudadanía se ha convertido en algo necesario en nuestro sistema educativo, pero no porque lo digan nuestros dirigentes, ni porque un vídeo maniqueo y burdo nos intente convencer de que si estamos a un lado somos unos medio lelos y si estamos a otro somos los más guays del planeta. Convencernos de que si no estás a mi lado, estás contra mí.

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Para enseñar a ser ciudadanos se necesita algo más que un temario o un ideario ético o social. Para enseñar ciudadanía se necesita algo más que una convicción política o religiosa, algo más que una teoría. Para ser ciudadanos es necesario tener conciencia de que se forma parte un engranaje donde cada uno debe ejercer sus derechos, pero también asumir sus responsabilidades. Conocer al dedillo el listado de deberes que conlleva la convivencia, como el respeto, la tolerancia o la cortesía.

Quien tira por las ventanas cubos de excrementos pone en peligro algo más que la salud pública -y no me refiero sólo al uso del castellano en los titulares de prensa, que también-. Quien tira la piedra y esconde la mano de forma tan impune y tan protegida por parte de la autoridad que no podía cursar una denuncia ante tan asqueroso incidente, no hace sino poner en peligro esa tan buscada ciudadanía, y poner de manifiesto que, en el fondo, todos pretendemos lo mismo, escaquearnos de nuestras obligaciones y enarbolar una de nuestras banderas, la que más nos une, la del «yo no ha hecho».