LOS LUGARES MARCADOS

Doble vida

Hasta hace bien poco, llevar una doble vida significaba ser espía, ser bígamo, o ambas cosas. En la actualidad, tener una segunda vida, tan alejada de la oficial como uno desee, está al alcance de cualquiera. Basta con unirse a esa comunidad virtual que hace unos años creó Linden Lab y que se llama, explícitamente, Second Life.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aunque en principio me resistí a asomarme a un mundo que me sonaba a película de ciencia-ficción de Schwarzenegger (aunque la referencia más directa es la obra literaria de Neal Stephenson), al final me pudo la curiosidad y me creé mi propio avatar para deambular por él. La experiencia no diría yo que es satisfactoria (demasiada información, demasiadas novedades, demasiadas palabras desconocidas), pero sí que es interesante. Si no han entrado nunca, no pueden hacerse una idea de hasta qué punto Second Life es un mundo paralelo y casi completo. Allí se compra y se vende de todo; hay políticos con campañas millonarias, multinacionales, tiendas, negocios de todo tipo; puedes ir a fiestas, saraos, exposiciones (algunas realmente estrambóticas); puedes prosperar o arruinarte, tener éxito o ser un perfecto desgraciado, viajar a lugares populosos o adquirir tu propia isla desierta y exclusiva. Pero lo que resulta más llamativo es que puedes ser como desees y quien desees. Esa facultad de elegir tu personalidad, tu aspecto físico, tu nombre, tu sexo, tus habilidades, provoca una sensación que calificaría como mínimo de excitante. Jugar a ser tu propio creador y ver cómo ese ser que has elaborado para expresar tus inquietudes se desenvuelve en un nuevo y multiforme territorio tiene su miga.

Yo, les confieso, aún ando tan perdida en Second Life como en la Tierra. Pero quién sabe.