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El permiso de una ciudad italiana al uso del burka agita la política y divide al Gobierno

Una pequeña diatriba provincial en Treviso, capital alpina italiana al norte de Venecia, levantó ayer una polvareda política, pues se debe a un asunto tan candente en toda Europa como el uso del velo islámico. En este caso va más lejos: se trata del burka, la vestimenta usada en algunos países musulmanes más integristas, como Afganistán, que cubre totalmente a la mujer con una rejilla en el rostro.

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Ante algunas dudas de agentes y tras reuniones con asociaciones de emigrantes de Treviso, el prefecto de Policía, autoridad de seguridad en las ciudades italianas, declaró que se permitirá a las mujeres el burka «si se viste por motivos religiosos». La única condición es que acepten retirarlo si un agente quiere identificarlas.

Esta decisión no sale de la nada, sino en un conflicto latente desde hace cuatro años por la prohibición taxativa de esta prenda del alcalde de Treviso, que es de la Liga Norte. El partido separatista y xenófobo de Umberto Bossi es conocido por sus cruzadas contra los inmigrantes, con provocativas campañas de desinfección de trenes donde viajen africanos y otras lindezas. Con cosas de más consenso como el rechazo al burka, obviamente, se crece más, siempre en ciudades de alta tasa de emigración donde la convivencia a veces es delicada. Pero en este caso se ha topado con un prefecto que esgrime, al parecer, una circular de Policía de 2004 que permite «signos exteriores de práctica religiosa».

En contra de este criterio, en cambio, hay una ley de 1975 que prohíbe cubrirse el rostro en público. En realidad, todo es desconcertante, pues es un debate que parecía superado, ya que tanto el Gobierno de centro-derecha como el actual de centro-izquierda se han mostrado en contra del burka.