«Ha salido a gatas, tenía la cara ennegrecida y se ha sentado en la terraza de un bar»
«Venía conduciendo el coche y de repente ha explotado. Él ha saltado y se ha alejado de las llamas a gatas. Tenía la cara ennegrecida, la piel de la frente pelada por las quemaduras y sangraba de una mano, pero estaba bien. Después, se ha sentado en la terraza del bar». Todo ocurrió bajo la ventana de la casa de la familia de Garazi, un adolescente del barrio de La Peña, que junto con su madre, fue testigo directo del atentado que a punto estuvo de costarle la vida ayer a un escolta privado, Gabriel Ginés, zaragozano de 36 años, que acababa de arrancar el vehículo de la empresa Seguriber, en el que solía llevar a su protegido, un concejal socialista de Galdácano. «Ha roto los cristales de mi habitación y la persiana», explicaba muy nerviosa por el móvil a una amiga.
Actualizado:Corpulento, con la cabeza rapada y perilla, y vestido con una sudadera roja y vaqueros, su primera reacción fue llamar a su madre y a un compañero, e informar de que había sobrevivido a la explosión de una bomba colocada bajo su coche. «Cabreado», así describió su estado de ánimo el último objetivo de ETA tras la explosión, a preguntas de la enfermera de un consultorio cercano que salió corriendo a atenderle al escuchar el estruendo.
Primeros momentos
La Ertzaintza acordonó la zona, los Bomberos acudieron a sofocar las llamas y las ambulancias a socorrer a los posibles heridos. Mientras, los vecinos de La Peña se arremolinaban en el parque para contemplar enmudecidos cómo el fuego devoraba el coche de su nuevo convecino; no llevaba mucho tiempo en el barrio. El fuego alcanzó también a otros turismos aparcados junto a la acera. «Se escucharon pequeñas explosiones en los coches que estaban al lado», recordaba Garazi.
No era la primera vez que una bomba rompía la tranquilidad de la zona. Hace cinco años ETA intentó volar una furgoneta de la Ertzaintza. Los agentes sospecharon y activaron el inhibidor. Eso les salvó la vida.