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Brown en la trinchera

Tres meses y medio después de suceder a Blair, Gordon Brown, que vivió una corta luna de miel por su manejo de la fiebre aftosa y las inundaciones, está ahora en la tormenta: ayer hizo un esfuerzo hercúleo para mejorar su posición con una conferencia de prensa, un discurso al Parlamento y una reunión con los diputados laboristas. Todo en unas siete horas.

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El primer ministro, a nuestros efectos, es más importante como el socio de Bush en la aventura iraquí que el jefe del gobierno británico, y por eso suscitaba más interés su opinión sobre la gran crisis que sus dificultades internas y se puede decir que, sin sorpresa, hubo una cierta decepción.

Brown, en lo que pareció una decisión equivocada, ya había anunciado la semana pasada su intención de retirar las tropas británicas del área de Basora en realidad según planes que dejó listos Blair y con la precisión de que mil estarán en casa para Navidad. Un plus que fue acerbamente criticado por sus adversarios como una lección de oportunismo pre-electoral Ayer no anunció nada novedoso, confirmó lo sabido, se ciñó al discurso oficial de un gradual repliegue al hilo del progreso iraquí en materia de seguridad y lo más notable lo dijo en la conferencia de prensa matinal, en Downing Street: sobre Irán «no descarto nada», aunque él pretende «mantener la crisis en el registro diplomático».

Podía haberlo dicho el propio presidente Bush y confirma lo que suponían los observadores veteranos: Brown se hará su propia base política y electoral desde su personalidad, pero se sabe tan atado a la alianza norteamericana como su antecesor y, tal vez, su sucesor. Irán es hace tiempo el baremo que prueba ahora el nivel de adhesión.

Fuera del parlamento varios miles de personas se manifestaban contra esta política medio-oriental y el ala izquierda del partido se inquietaba por un continuismo tan poco prometedor mientras el general Sturrup decía al Times que el ejército había hecho en Irak lo que había podido y no lo que debía haberse hecho en términos estratégicos. Y sobre Irán, Brown parece ignorar la disonancia con Washington sobre un eventual bombardeo que expresó el entonces ministro de Exteriores: si los americanos lo deciden deben saber que nosotros estaremos «en cordial desacuerdo»